Redacción. Durante varios años, Generación Zoe operó en Argentina con la promesa de independencia financiera, crecimiento personal y retornos millonarios por inversiones en criptomonedas.
Bajo una apariencia de coaching espiritual y educación financiera, esta organización terminó revelándose como una de las estafas piramidales más grandes de los últimos tiempos en América Latina.
El proyecto, liderado por Leonardo Cositorto, mezclaba discursos motivacionales con promesas de rendimientos mensuales que oscilaban entre el 7 % y el 10 %.
Miles de personas, muchos de ellos de sectores medios y bajos, confiaron sus ahorros, convencidos de que estaban invirtiendo en un modelo de negocio innovador. Sin embargo, todo se sostenía mediante un esquema Ponzi: se usaba el dinero de nuevos inversores para pagar a los anteriores, sin ninguna inversión real de por medio.
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En su apogeo, Generación Zoe tuvo presencia en al menos ocho países y llegó a contar con oficinas físicas, incluso en barrios populares de Buenos Aires.
Denuncias contra Generación Zoe
En 2022, las primeras denuncias comenzaron a multiplicarse y las autoridades argentinas iniciaron una investigación que culminó con el arresto de Cositorto en República Dominicana, tras permanecer prófugo durante semanas.
“Nos hablaban de Dios, de abundancia, de cambiar nuestras vidas… y lo que hicieron fue vaciarnos los bolsillos”, contó a medios locales una de las víctimas, una mujer que invirtió sus ahorros familiares en la promesa de un futuro mejor.
El caso destapó no solo una red de engaños financieros, sino también una estrategia emocional y psicológica para captar personas vulnerables. Actualmente, Cositorto y otros miembros del grupo enfrentan cargos por estafa, asociación ilícita y lavado de activos.
El escándalo de Generación Zoe es una alerta para muchos países de la región, donde los esquemas piramidales aún encuentran terreno fértil. Hoy, miles de víctimas siguen esperando justicia y, sobre todo, recuperar algo de lo perdido.