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jueves, abril 25, 2024

Se endeudó, emigró y la deportaron: dos años después, ya casi es enfermera

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CORTÉS. En 2019 salió de Honduras junto a su esposo en busca de una mejor calidad de vida, pero sus anhelos fueron frustrados justo antes de poner un pie en Estados Unidos, sin embargo, ahora, y gracias a una Fundación sin fines de lucro, está a punto de convertirse en enfermera.

La migrante hondureña, originaria de San Pedro Sula, contó su historia a TIEMPO Digital, pero, solicitó que no se diera a conocer su nombre, entonces, para efectos del desarrollo de la presente nota, le daremos la identidad ficticia de ‘María’.

María y su marido, sin trabajo y con poca comida en casa, además de la necesidad de darle una vida digna a su pequeño vástago de 9 años, no tuvieron otra opción que irse ‘de mojados’, pagando más de L10,000 a un ‘coyote’ y soportar las inclemencias del clima y terreno.

Una decisión arriesgada, confesó María, pero «nos motivaba una vida mejor para nosotros y nuestro hijo».

Migrantes caminan cerca de las líneas férreas por donde transita «La Bestia».

Coyote los abandonó

Según contó María, el ‘coyote’ que los iba encaminando los abandonó a mitad de camino, en México, y a partir de ahí, sólo los guiaba vía llamadas telefónicas, lo cual, propició que días más tarde, fuesen detenidos por la Policía Federal.

«El ‘coyote’ nos ayudo a cruzar a México y estuvimos un mes en Chiapas para luego ir avanzando tres días en autobús hasta Chihuahua. Estuvimos algunos días ahí y luego tomamos otros buses para Juárez. Desde allí nos dejó el ‘coyote’. Él sólo iba por llamadas diciéndonos dónde bajarnos», rememoró.

Como lo hizo Israel en el Éxodo bíblico, María y su esposo caminaron por el desierto, en donde se deshidrataron, se enfermaron y sufrieron hambre. Desamparados y a la deriva, quisieron entregarse a las autoridades migratorias de EE.UU., y así lo hicieron.

«(…) Pues, nos bajamos, y era el desierto. Pasamos noches y días horribles ahí esperando a la patrulla para podernos entregar a Migración. La Policía no pasó hasta después de dos días y durante ese tiempo caminamos tanto hasta deshidratarnos», lamentó.

Fueron detenidos y los enviaron presos a Nuevo México, y después, a las instalaciones de Migración de Juárez. Pasaron varias semanas en un albergue, sabiendo que los iban a deportar. Todo el esfuerzo hecho antes no sirvió de nada.

«Apareció la patrulla, pero ya no teníamos esperanzas. Buscamos un refugio. Era muy difícil la vida ahí, horrible. Teníamos que hacer fila para ir al baño. Son muchas personas revueltas, pero, mejor eso que estar en la calle. La comida nos hacía daño, pero, al fin y al cabo, esa era una ayuda y se agradece a México», rememoró.

Migrantes en un centro de albergue en México.

Deportación y nuevo comienzo

El retorno de la pareja fue por vía terrestre hasta Ciudad de México, en autobús. Y luego, en avión hasta San Pedro Sula. La tristeza embargaba sus vidas, pero, al menos, habían logrado sobrevivir, pensaron.

De nuevo en Honduras, no sabían qué hacer. Las promesas que el Gobierno les hizo se las llevó el viento. Pero, entonces, conocieron a los representantes de la Comisión Acción Social Menonita (CASM) y su programa de Apoyo al Migrante Retornado.

Dicha organización la ayudó a rehacer su vida después de haber sido deportada, y ahora, gracias a CASM, está a tan sólo dos años más de convertirse en Enfermera.  «Me falta este año y el otro. Este año es de clases y el otro de trabajo social», cerró.

CASM da cursos gratis a los migrantes retornados, como, por ejemplo, de soldadura.

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