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jueves, abril 25, 2024

Desde el anonimato, empleada doméstica denuncia abusos sexuales

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TEGUCIGALPA, HONDURAS. Pese a que en Honduras no hay un registro puntual de cuantas mujeres sufren abuso sexual, las féminas que laboran como empleadas domésticas se han convertido en una “presa fácil” para los inescrupulosos que aprovechan su rudeza para abusar de ellas.

De acuerdo a lo expuesto por una empeladas domésticas, los abusos en su contra vienen desde violencia verbal hasta la sexual.

Y en la mayoría de los casos, son los mismos patrones quienes protagonizan el delito, sin embargo, algunas relataron que los hijos de los dueños también incurren en dicha falta.

Muchas de estas mujeres, no han culminado sus estudios, ni siquiera iniciaron la primaria, se trata de mujeres de tierra adentro que en su afán por conseguir un ingreso económico optan por el servicio doméstico.

Es por ello que la sencillez es su carta de presentación, y cuando se convierten en víctima de algún tipo de abuso, prefieren callar.

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Testimonio

Por cuestiones de seguridad, el nombre de la protagonista ha sido modificados por lo será citada como Esperanza.

Es originaria de Yuscarán, El Paraíso, y migró hasta la capital en la colonia Villa Olímpica para prestar sus servicios.

Trabajó tres meses en una casa en la que cuidaba a dos niños de 11 y 5 años de edad. La madre de los pequeños viajaba constantemente al norte de Honduras.

Sin embargo, el patrón tenía un horario irregular vendiendo autos semiusados, que importaba desde los Estados Unidos.

 “Desde que llegué a trabajar vi cómo me miraba y me decía cosas”, contó Esperanza mientras reveló que su jefe caminaba en ropa interior por toda la casa para que ella lo viera.

Pero un día “se me acercó y me apretó contra su cuerpo  y me restregó su pene; me  decía que fuéramos al cuarto”.

Esperanza lo amenazó con contarles a su esposa y a una vecina que tenía de amiga la familia para evitar que se consumara el abuso.

Recuerda que un día mientras lavaba el baño, su patrón llegó sorpresivamente. Se acercó, la atrajo por la fuerza hacia su cuerpo y  comenzó a tocarla. Y mientras intentaba arrastrarla por los brazos y pelo, y pretendía bajarle sus pantalones, se escucharon los gritos de los hijos del patrón, llamándola desde afuera.

 “Él no sabía que ese día los niños vendrían temprano de las clases y eso lo puso nervioso y salió corriendo a ponerse la ropa. Yo me fui a abrirles, los abracé y le di gracias a Dios. Ese día dormí con ellos porque mi patrona no estaba y me dio miedo que se metiera a mi cuarto a violarme”, contó.

Invadida por el temor, ese mes esperó hasta el día en que recibió su sueldo. Salió de aquella casa y nunca más regresó.

Se repite la historia

Tiempo después, Esperanza inició a trabajar en otra colonia vecina a su anterior empleo, Prados Universitarios.

Con 44 años, Esperanza narró lo que se convirtió en una pesadilla y de lo que había estado huyendo.

 “Al principio todo iba bien, pero cuando mi patrona no estaba, el patrón comenzó a tocarme cuando estaba en la cocina, o en el cuarto. Yo no sé, pero a veces creo que los hombres se aprovechan de la humildad de uno”.

Un periodo de dos meses laboró con esa familia, pero fue suficiente para que nuevamente se convirtiera en víctima de abuso.

 “Una vez me tiró a la cama y él se me tiró encima. ¡Abrí las piernas!, me decía, mientras intentaba desabrocharse sus pantalones”.

Acompañada de la fe católica, Esperanza asegura que la “Divina Providencia” le ayudó en esa ocasión para que su patrón no la violara.

Este acontecimiento le hizo marcharse de esa casa; abandonando con ello el ingreso económico que le ayudaba a sostener a su familia. El caso de Esperanza es solo uno de muchos que ocurren a diario a nivel nacional.

Estadísticas

Un total de 405 empeladas domésticas fueron entrevistadas en Cortés, Atlántida, Choluteca Francisco Morazán e Intibucá.

Con ello, se pudo constatar que el 36.2% sufren violencia de los patrones (hombres). Mientras que el 20.7% de los familiares de las patronas mujeres y un 17.2% de los familiares de los patrones.

Asimismo, se demostró que el  8.6%  recibe violencia de su pareja; 3 de cada 10 que tienen pareja reciben violencia de su cónyuge; el 6.9% reciben violencia de sus familiares y el 10.3% la recibe de extraños.

El estudio lo realizó la red de Trabajadoras Domésticas de Francisco Morazán, con el acompañamiento del Centro de Estudios de la Mujer-Honduras (CEM-H).

El Centro de Estudios Para la Democracia, realizó el trabajo de campo para obtener el testimonio.

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