Redacción. Con frecuencia, las mujeres recurren a la comida para enfrentar emociones o situaciones que poco tienen que ver con la necesidad de alimentarse o saciar el apetito. De hecho, un estudio reciente ha demostrado que la ingesta emocional desempeña un papel crucial en la epidemia de la obesidad.
En este contexto, la médica especialista en nutrición Mónica Katz se propuso averiguar la relación entre la obesidad y el comportamiento alimentario guiado por las emociones. El resultado fue un trabajo que publicó junto a su colega, la doctora Vanesa Anger, del que surgió «la necesidad de establecer la conducta alimentaria particular de cada paciente obeso. Y luego ofrecerle tratamientos más personalizados que incluyan el manejo de las emociones en quienes presentan hambre emocional».
Estilos de comida
Según el estudio realizado en 481 personas (399 mujeres y 82 hombres) que consultaron al centro de la doctora Katz, los varones presentaron estilos de comida menos saludables y una preferencia por los alimentos salados. Por su parte, las mujeres evidenciaron una mayor ingesta debido a sus emociones e inclinación por lo dulce.
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Katz, quien dirige la carrera de Especialista en Obesidad y el Posgrado en Nutrición de la Universidad Favaloro, manifestó a Infobae que «una emoción es un estado mental y fisiológico conectado a una amplia gama de sentimientos, pensamientos y conductas. La ingesta emocional es conceptualizada como el comer en respuesta a estados afectivos, generalmente, vinculados a emociones negativas».
Emociones
«El objetivo del trabajo fue estudiar la relación entre las emociones percibidas por la propia persona, sus preferencias gustativas y los hábitos alimentarios según el índice de masa corporal (IMC) y el género de quienes consultaron a nuestro centro», señaló Anger. Y agregó: «Determinamos que los estilos de ingesta no saludables se asociaron a un mayor IMC».
Si bien se desconoce el proceso exacto mediante el cual las emociones afectan la ingesta, se sugirió que la emoción en sí misma genera la ingestión de una cantidad excesiva de alimentos (hiperfagia) dado que se convierte en un estilo de afrontamiento para la persona.
Afrontar emociones
Aquellas personas que manifestaron comer cuando están tristes o enojadas presentaron IMC más altos que quienes no tienden a comer motivadas por estas emociones. «Utilizar alimentos para afrontar emociones puede convertirse en un hábito poco saludable y lleva en última instancia a la ganancia de peso corporal», señaló Katz.
Resultan interesantes las diferencias de género halladas en relación a la variable «estilo de ingesta». El 31 % de la muestra reconoció darse atracones, siendo estos más frecuentes en las mujeres (33,8 %) que en los hombres (19,5 %).
En cambio, ellos son más proclives (46,9 %) a concentrar su alimentación después de las 18 en comparación con las mujeres (sólo el 25,1 % de ellas presentó comida nocturna excesiva).
Katz llamó al período entre las 18 y las 20 «la hora del atracón». Así calificado porque es el momento del día en que suele aparecer el «hambre voraz, que no se da a la mañana en el horario del desayuno».
Si bien el 55,7 % del total de la muestra manifestó comer en exceso, esta tendencia es mucho más común en los hombres (70 % versus 53 % de las mujeres).
Alimentos
En cuanto a gustos preferidos y género, lo salado fue significativamente más elegido por hombres (68,3 %) que por mujeres (45,4 %). Y al revés, el 59 % de las mujeres prefirió alimentos dulces, contra el 34 % de los hombres.
La ansiedad fue la emoción que más se asoció a la necesidad de comer (74% de los consultados). Aunque la diferencia entre los géneros es notoria: 77% de mujeres versus 61% de hombres expresaron que la canalizan mediante algún alimento.
Por su parte, el 37 % de la muestra reconoció comer de más debido a la tristeza (40,4 % mujeres contra 19,5 % hombres). Esas cifras son similares en cuanto al enojo aunque, en ese caso, el porcentaje de hombres asciende al 28 %.