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martes, julio 16, 2024

Donante de esperma viaja por EEUU para conocer a sus 96 hijos

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Redacción. Unos se marcan en su hoja de ruta visitar los 50 estados que componen EE.UU. Los hay que se dedican a recorrer lugares en los que sucedieron cosas que han forjado la historia de este país o del mundo. Otros quieren disfrutar de las maravillas del planeta (siete y muchas más), ir a festivales musicales o, si son aficionados a las carreras de fondo, se apuntan a maratones para trotar por el atlas global. Tampoco se ha de olvidar a los que se ponen la gorra y van de casa en casa de amigos (o no tanto) que han hallado el sustento por la geografía terrestre o marítima.

En esta época de turismo masivo, en la que el sentido de la aventura se queda en el catálogo, se trata de dar con un relato que al viajero le permita sentirse diferente a los demás, alejado del carril común.

La verdad es que para esos despliegues solo se precisa tiempo, dinero y ganas, de esto último cada vez más por el aumento de los inconvenientes que provoca la sensación creciente de que hay que volver a trabajar para descansar de las vacaciones.

Este verano ha recorrido unos 15.000 kilómetros y ha conocido a 14 de esos niños que nacieron de su donación

Y en este paisaje irrumpe Dylan Stone-Miller y su excusa totalmente original en sus trayectos, inalcanzable para la totalidad, o casi, de los humanos corrientes.

Según los cálculos del Wall Street Journal, cuyo nombre ya denota sabiduría en índices y estadísticas, Stone-Miller ha realizado este verano unos 15.000 kilómetros con un objetivo: visitar a algunos, solo algunos, de sus 96 hijos. No descarta que haya más. “Nunca sabré cuántos niños tengo”, confiesa ante la dificultad en ocasiones de seguir el rastro de sus aportaciones.

A ver quién puede disponer de una guía como la de este hombre de 32 años.

Su ruta por Norteamérica, como bien remarca el Journal , es compleja, sembrada de dificultades logísticas y emocionales para los niños, las familias y él mismo.

Stone-Miller es un prolífico donante de esperma. Su odisea refleja un largo recorrido que consiste en averiguar cómo puede encajar en la vida de esos niños y niñas a los que dio su semilla, pero de los que no es el padre. Todo empezó hace tres años al ver la foto de una bebé llamada Harper, que para él tenía sus mismos ojos azules y el pelo rubio de su hermana. Asegura que lloró porque tuvo la certeza de que Harper era el primer fruto de sus donaciones. La conoció ya cumplidos los tres años.

Dejó su trabajo como ingeniero de software y recurrió a sus ahorros para su cometido de intentar tener relación con el mayor número posible de sus niños. Su misión en sí es un accidente que surge de la unión imprevista de la fertilización in vitro, internet y las pruebas de ADN de bajo coste. Estos factores han hecho posible encontrar a padres biológicos que en el pasado eran un secreto de los bancos de esperma.

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Todo empezó hace tres años al ver la foto de una bebé llamada Harper, que para él tenía sus mismos ojos azules y el pelo rubio de su hermana.

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Los padres de Stone-Miller, residentes en Atlanta, se divorciaron cuando él tenía 14 años y su hermana 10. A los 19 dejó embarazada a la mujer con la que salía. Si bien al principio aceptó ser madre, luego ella cambió de idea. Meses después, siendo estudiante de Psicología en la Universidad Estatal de Georgia, lo arrestaron por consumir alcohol siendo menor de 21 años, edad legal marcada en Estados Unidos para beber.

Su padre y su madre le dijeron que se tenía que pagar el abogado. Un compañero le habló de un banco de esperma (Xytex) y se agarró a esa oportunidad. Le pagaban 100 dólares por visita. Ahora sostiene que fue algo más que el dinero lo que le mantuvo haciendo esto durante seis años.

Al poco de separarse de su esposa, en el 2020, Stone-Miller recibió un mensaje. Lo firmaba Alicia Bowes, una de las dos madres de Harper, que lo habían rastreado como donante. Le mostró el agradecimiento de su familia. Residían en Canadá. Abrió el Instagram de Bowes y descubrió la foto de la niña. Pidió ayuda a esa mujer para abrir un grupo de Facebook con el que dar con otros de sus hijos. Una veintena de familias respondieron, en su mayoría formadas por parejas de mujeres o madres solteras.

En el viaje de este verano ha conocido a 14 descendientes. En algunos casos, su obsesión llevó a que le dijeran que él no era el padre, “ni nunca lo serás”. Pero él sigue.

Fuente: Vanguardia

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