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viernes, abril 19, 2024

Doña Aracely: su hija murió en sus brazos y con sacrificio lucha por sus nietos

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Hace seis años perdió su negocio, tres años después perdió a su hija y desde entonces crió a sus tres nietos; doña Aracely Villanueva aún con sus 48 años, enferma, sin fuerzas, sus pies inflamados y agotada, camina semana a semana de colonia en colonia vendiendo ristras a pulperías para ganarse unos lempiras y darles de comer a sus tres pequeños.

En el Día de la Madre, cientos de mujeres hondureñas merecen el título de valientes y aguerridas por sus sacrificios. A pesar de los golpes de la vida, el amor y dedicación hacia sus hijos, y en este caso, sus nietos, aplacan todo dolor y padecimiento.

La historia de doña Aracely empezó a desmoronarse hace seis años. Su economía era estable hasta que tuvo un accidente, estuvo grave en el hospital y no pudo atender su negocio. Cuando ya su salud mejoró, regresó y habían hurtado hasta el último producto.

Sin ayuda de nadie, decidió dedicarse a trabajar para sobrevivir por su cuenta. Tuvo dos hijas y ambas estaban casadas y con hijos, así que decidió no molestarlas. Luchó por su comida y un techo donde vivir por tres años.

De pronto, una de sus hijas enfermó de gravedad. Nunca se conoció a ciencia cierta qué pasó con su salud pero los rumores indicaban que personas de mal corazón la envenenaron. Con lágrimas en su rostro, doña Aracely contó cómo fue su muerte:

«Ella murió en mis brazos ahí en el hospital. Fue duro cuando ella me dijo: ‘Cuídeme a mis niños, mamá’; solo eso, y se me quedó».

Asimismo dijo que en los últimos días, su hija vomitaba sangre y fue una de sus peores experiencias de vida. Cuando llegó el momento de sepultarla, los tres pequeños de su hija pasaron a ser su responsabilidad.

A pesar de las dificultades de la vida, doña Aracely siempre sonríe. Previo a la entrevista con Tiempo Digital, caminó varias cuadras bajo el sofocante sol para llegar al punto de encuentro.
A pesar de las dificultades de la vida, doña Aracely siempre sonríe. Previo a la entrevista con Tiempo Digital, caminó varias cuadras bajo el sofocante sol para llegar al punto de encuentro.

Historia de doña Aracely

Con 9, 12 y 17 años de edad, los tres pequeños sufrieron la pérdida de su madre y tuvieron que dejar su hogar por el que tanto habían luchado. Doña Aracely manifestó que integrantes de pandillas hurtaron las cosas de la familia y se quedaron con la propiedad, ubicada en el sector Rivera Hernández.

Una familia trabajadora se compadeció de ellos y les abrió las puertas de su casa. Doña Aracely paga Lps. 800 mensuales por vivir en su hogar. Sin embargo, se ven obligados a dormir en colchones viejos y a veces, en el suelo.

Tres o cuatro veces a la semana, con gran esfuerzo, saca su carreta con su producto para ir a venderlo. La señora de 48 años recorre colonias como la Luisina, Satélite, Planeta, etc., buscando dueños de tiendas y pulperías que adquieran ristras.

Doña Aracely recorre unos lempiras y de a poco compra clavos de olor, pimienta, consomé, entre otras cosas, para venderlos por ristra. De lo que vende debe apartar para abastecerse nuevamente y por cada una vendida gana a veces uno, dos o tres lempiras.

Asegura que hay días que la venta está tan mala que después de apartar el dinero para el producto, le quedan cincuenta lempiras para la comida. Con cuatro bocas que alimentar, prefiere regresarse a su hogar para hacer algo rápido y barato en vez de comprar afuera.

Eso quiere decir que desde donde esté, debe volver a su casa para cocinar y luego, retoma su camino. Con 12 años, uno de sus nietos la acompaña en su quehacer diario. Se turnan para empujar la carreta y comenta que ella se cansa bastante rápido.

Con sus pies inflamados y unas sandalias viejas recorre media San Pedro Sula en una semana. Asimismo su nieto, con tenis rotos y sus pies lastimados, continúa echándole la mano a su abuela que aún enferma, sale a trabajar.

Su fiel ayudante estudia en el colegio en la jornada nocturna a pesar de su corta edad. A pesar de que sus horas de trabajo deberían terminar a las 2:00 p.m., si la venta estuvo mala deben continuar hasta hacer dinero suficiente.

La nieta mayor, de 17 años, estudia el fin de semana y de lunes a viernes toma pequeños trabajos. De esa forma ayuda económicamente a su abuela. Doña Aracely descansa pocas horas. Al llegar a su casa, vecinos le van a dejar ropa para lavar a cambio de dinero.

Aunque esté cansada, prefiere hacer el trabajito porque no sabe cómo será la venta del día siguiente. Cuando están en aprietos y no tienen para la comida, busca la forma de cuidar niños, lavar ropa, asear casas, para hacer unos lempiras.

Para contactar y ayudar a doña Aracely puede llamarla al número: +504 9746-5306.
La familia se gana la vida vendiendo ristras a las pulperías, tiendas y abarroterías. Clavos de olor, azafrán, consomé, pimienta, tachuelas, achote, entre otras cosas.
La familia se gana la vida vendiendo ristras a las pulperías, tiendas y abarroterías. Clavos de olor, azafrán, consomé, pimienta, tachuelas, achote, entre otras cosas.

Doña Aracely le pide a Dios que le dé mucha fuerza para continuar luchando por sus nietos. Asimismo, dijo que su sueño es verlos graduándose y triunfando. Está segura que cuando Dios decida llevársela, sus tres pequeños podrán defenderse y serán personas de bien.

Se calificó a sí misma como una mujer luchadora. Nunca le importó la prueba, el dolor ni los golpes, se levantó y luchó por su familia. Dijo que una de las cosas más difíciles para ella es no contar con una casa propia y dinero para comprar libros y uniformes para sus nietos.

Al consultarle qué haría en este Día de las Madres, agachó su rostro y con tristeza manifestó que estaría en casa. Doña Aracely, a pesar de celebrar su día, no cuenta con dinero para comprar algo especial para compartir con sus nietos.

Día de las Madres en Honduras

Este domingo 13 de mayo no todo es celebración. Para todas aquellas mujeres que luchan incansablemente por sus hijos, nietos y sobrinos, más que festejo merecen admiración.

También es un llamado a las autoridades hondureñas a prestar atención a casos como el de doña Aracely. Mientras mostraba ristras de consomé, envió un mensaje a todas aquellas mujeres que ante el primer problema pierden la fe y dejan de luchar por su familia.

Les pidió principalmente que busquen la forma de sacar adelante hijos y no se cansen de luchar por ellos. Con su experiencia propia, puede ver lo gratificante que es verlos crecer y saber lo que pasaron para llegar ahí.

Doña Aracely es capitalina pero tras la muerte de su hija vino a vivir a San Pedro Sula; la casa donde vive se encuentra ubicada en una conflictiva colonia de la capital industrial. Se traga malos tratos y gritos por no tener un lugar dónde dormir y vivir.

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