Honduras | «A veces no como»: la dura vida de don Orlando, viudo y padre de 12 hijos

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Anciano 12 hijos Honduras

YORO, HONDURAS. Cinco tortillas de maíz y una porción de queso es el almuerzo de Orlando. «A veces no como ni el tiempo», confiesa don Orlando Chávez, a sus 71 años en El Progreso, zona devastada por dos huracanes y una pandemia que empeoraron su pobreza.

Su maltrecha vivienda de barro es una de las pocas que se levanta entre escombros, restos de madera y techos de zinc. En noviembre de 2020, los huracanes Eta e Iota por poco arrastran su casa, aunque sí la inundaron.

Orlando Chavez, (Photo by Orlando SIERRA / AFP)

Orlando Chávez se levanta a las cinco de la mañana y prepara sus caballos y carretas. Viudo y padre de 12 hijos, vive junto a la casa de su hija Mirna, de 42 años.

Con los hijos de Mirna, Antonio, de nueve, y Milton de 11, y dos perros, se interna por las brechas abiertas entre los sembríos de palma africana, en las cercanías de la comunidad de El Progreso.

Tiene un caballo para moverse hacia donde trabaja.

«A veces no como», «No siempre hay trabajo»

En la ruta se encuentra con Francisco, dueño de una plantación de palma africana en donde él y sus nietos trabajan recogiendo los racimos que otros trabajadores desprenden desde lo alto de las palmeras. Luego las montan en sus carretas y las llevan a un centro de acopio. Desde allí son llevadas en camiones para fábricas de aceite y jabón.

Por cinco horas de trabajo, recibe un adelanto de 500 lempiras de un total de 800, que «apenas duran seis a ocho días». «No hay trabajo seguido porque la fruta cada 15 días da su punto, entonces no se puede cortar seguido», lamenta.

Don Orlando no puede trabajar todos los días, por lo que sus recursos son limitados.

Cuando el caudaloso río Ulúa, que baña el productivo valle de Sula, se desbordó en noviembre tras las fuertes lluvias del año pasado, el campo de palmeras quedó cubierto y no pudieron entrar. Recién en marzo pasado empezaron a recolectar otra vez.

«A veces no como en el día«, reconoce Orlando al volver a su vivienda. Con sus L500, gastó 60 en tortillas, entregó 50 a cada uno de sus nietos y mandó a Antonio a comprar maíz, con 120 lempiras.

De las tortillas también comen sus perros, tres gatos, unas gallinas y patos que se arremolinan en el centro de su covacha.

Dos de sus hijos migraron ilegalmente a Estados Unidos. José, que se fue hace 10 años y nunca más supo de él, y Emilio (20), que ya ha conseguido mandarle dinero.

Interior de la casa donde vive don Orlando.

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