Redacción. En Portland, Oregon, una ciudad de los Estados Unidos marcada por la crisis del fentanilo, la Administración para el Control de Drogas (DEA) desmanteló esta semana una red de narcotráfico que operaba a plena luz del día en parques, esquinas y zonas comerciales.
Según las autoridades, detrás de esta estructura se encontraban supuestos ciudadanos hondureños, quienes, presuntamente vinculados al Cártel de Sinaloa, habrían desempeñado un papel clave en la distribución de la droga sintética.
El operativo dejó como resultado la captura de 46 personas, varias de ellas hondureñas. La DEA aseguró que la red utilizaba Portland como centro logístico para mover grandes cantidades de fentanilo a otras regiones del país.
Durante el operativo se incautaron:
- 44 libras de fentanilo en polvo
- Más de 2,500 pastillas
- 22 libras de metanfetamina, cocaína y heroína
- 20 armas de fuego
- Más de 200 mil dólares en efectivo.
David Reames, jefe de la División de Campo de Seattle, fue claro en su mensaje: “Este es un golpe importante, pero no el final. Seguiremos investigando hasta desarticular por completo estas organizaciones, sin importar de dónde provengan”.
Jóvenes hondureños en tráfico de droga
Más allá de los números, el operativo reveló que muchos de los presuntos implicados son jóvenes migrantes hondureños, entre 20 y 30 años, algunos recién llegados y otros con años de residencia irregular en Estados Unidos.
Las investigaciones indican que los reclutaron como piezas activas de una red mucho más amplia, con promesas de dinero rápido y estabilidad en un país que, en la mayoría de los casos, les dio la espalda.
Un analista internacional explicó en un medio de los Estados Unidos que la pobreza, la migración forzada y la exclusión social son caldo de cultivo para que estos jóvenes terminen siendo utilizados por el crimen organizado.
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La comunidad hondureña en Estados Unidos sigue en alerta y con preocupación. Aunque la mayoría se gana la vida honestamente, este tipo de hechos empaña su imagen y los coloca en la mira de estigmas difíciles de erradicar.
Mientras tanto, Portland sigue intentando recuperar sus espacios, y la DEA asegura que las investigaciones continúan.