Efraín Bu Figueroa
Once semanas llevan las antorchas en las calles de Honduras. Surgieron espontáneamente, como autentica expresión del sentimiento del pueblo frente a los abusos del poder de políticos soberbios y deshonestos. Las movilizaciones de los indignados han crecido, si bien comenzaron con jóvenes y ciudadanos comunes en las ultimas semanas se han sumado diversos gremios, que han visto en las mismas un canal de expresión y participación efectivo y limpio.
El factor formidable que sostiene a estas movilizaciones y las ha hecho crecer, es su carácter pacifico y de abierta participación. En sus consignas iniciales exigían la salida del gobernante, consigna que aun se escucha, sin embargo, es claro que su objetivo inmediato es la instalación de una CICI en Honduras, lo que acabaría con las extensas y profundas redes de corrupción inmersas en el gobierno, cuyo núcleo intelectual y receptivo, se mantiene inexpugnable e intocable, y estos, a eso de la CICI, le tienen pánico.
Con el paso de las semanas, como en todo proceso social en fase de agudización, las movilizaciones de los indignados, han ido generando resultados y desencadenado acontecimientos: la comisión legislativa multipartidaria que puso en evidencia la ineficiencia del Poder Judicial y el Ministerio Publico; la descomposición interna de Poder Judicial, denunciada valientemente por uno de sus integrantes, el Juez Echenique; la eliminación del Fiscal Aldana, consecuencia de la injerencia del núcleo intocable en el Ministerio Publico, frente al inminente requerimiento de un alto funcionario de dicha institución por presunto involucramiento en la venta de influencias en torno al caso del IHSS; el enjuiciamiento de empresarios y parciales políticos, lo que a su vez, forma parte de la estrategia de sacrificar a otros para la protección del núcleo de la corrupción; la contrapropuesta gubernamental de una SIHCIC compuesta por parciales, que mas bien acelero la desconfianza en el régimen, que frente a la creciente presión social, se ha visto obligado a recurrir a la OEA para lograr facilitadores de un dialogo aparentemente salvador, quedando el ejecutivo fuera de la coordinación y recayendo esta, en un facilitador internacional de convicciones antireelecionistas, uno de los factores desencadenantes de la actual crisis; el develamiento de nuevos actos de corrupción en instituciones estatales como el INE y COPECO en los últimos días.
Acontecimientos todos que emergen en el marco de una nueva realidad caracterizada por el clamor colectivo contra la impunidad y el rescate de la institucionalidad, alimentada e impulsada por la rebelión pacifica popular, que esta al borde de acabar con un sistema de podredumbre que ya tiempos ha tomado carta de ciudadanía en este País.
El dialogo tal como parece estar vertebrándose, no debe rehuirse ni abandonarse, mas bien debe adoptarse como una oportunidad para acelerar procesos en evolución. La participación cerebral mas no visceral de la oposición social y política, puede utilizarlo como un peldaño estratégico para avanzar hacia la instalación de la CICI a la par que, debe continuarse con la movilización creciente y entusiasta en las calles; el dialogo no debe sustituir a las antorchas, mas bien estas deben impulsar los resultados deseados del dialogo.
En la medida en que las movilizaciones de los indignados continúen con su dinámica pacifica y creciendo cuantitativamente pero también en la calidad de sus demandas, como una nueva ley electoral, la anulación de la reelección, la selección de una Corte Suprema independiente; en esa medida se fortalecerán las posiciones de la oposición social y política en el dialogo.
La oposición debe asegurarse con su participación cohesiva y argumentos sabiamente consensuados, que al final del día, este dialogo, no sea el salvavidas del núcleo de intocables sino la reafirmación de la institucionalidad democrática y con ello también, el paso a otra coyuntura que cree la condiciones para un nuevo avance en nuestra sociedad, hacia el cambio del actual sistema de injusticia e inequidad.
