Redacción. El régimen de Daniel Ortega y Rosario Murillo en Nicaragua mantendrán la prohibición de las procesiones religiosas en las calles durante la Semana Santa 2025.
El gobierno anunció vacaciones para empleados públicos, operativos policiales y actividades culturales, pero evitó referirse públicamente a la restricción que impide a la Iglesia católica realizar actos de fe fuera de los templos.
Aunque no hay una prohibición oficial por escrito, fuentes religiosas consultadas por Infobae aseguraron que las iglesias están vigiladas por la Policía Nacional, que graba y toma fotografías dentro de los templos.
“Los sacerdotes han recibido visitas, generalmente del jefe de la estación policial de la zona, para advertirles que no pueden salir en procesión y que, si lo hacen, esta vez serán llevados presos”, indicó una fuente anónima.
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Persecución
Desde 2022, el régimen ha intensificado la represión contra la Iglesia católica. Según la investigadora Martha Patricia Molina, ese año se impidió la realización de más de 3,000 procesiones. También, se registraron al menos 20 detenciones por participar en actividades religiosas, como el periodista Víctor Ticay, liberado y desterrado en septiembre de 2024.
Para este 2025, las procesiones se realizarán dentro de los templos, bajo estricta vigilancia y con limitaciones sobre los temas de predicación. “No se puede hablar de derechos humanos, democracia o libertad”, dijo un sacerdote consultado por Infobae.
La abogada Molina, en su informe Una Iglesia Perseguida, documenta 971 ataques contra católicos entre abril de 2018 y diciembre de 2024, incluyendo 266 expulsiones de religiosos, profanaciones y confiscaciones.
En julio de 2024, el Grupo de Expertos de la ONU sobre Nicaragua denunció ataques “sistemáticos” contra la iglesia y señaló que el régimen ha cometido crímenes de lesa humanidad contra instituciones religiosas.
Desde Honduras, el obispo de Danlí, monseñor José Antonio Canales Motiño, expresó:
“Para ellos (Ortega y Murillo) la demostración popular de las procesiones, las inmensas multitudes católicas, son una bofetada que no quieren ver”.
Agregó que el régimen considera a la Iglesia católica su “enemigo número uno” y teme que la gente, al verse unida, “pueda levantarse”.
