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miércoles, abril 24, 2024

Cuando pasan las nubes

Debes leer

Oscar Aníbal Puerto Posas

Es mejor escribir cuando pasan las nubes y el panorama se ofrece despejado. Feliz o desagradablemente despejado. Pero, despejado al fin. Ya pasaron varios días de la asamblea de la sociedad civil que tenía por objeto la elección de los representantes propietario y suplente para la integración de la “Junta Nominadora” para proponer candidatos a integrar la nueva Corte Suprema de Justicia. A propósito, Ulupiano define la justicia así: “Justicia es la voluntad constante y perpetua de dar a cada uno su derecho”. Y Cicerón se refiere a ella en estos términos: “La justicia es reina y señora de todas las virtudes”. Estos desiderátum están lejos de tener cuerpo y alma en la vida institucional de Honduras. ¡Vaya desgracia!

Volviendo a la asamblea de la sociedad civil, algunos medios escritos le dieron el calificativo de “zafarrancho”. Mal uso de la voz. Que no hubo zafarrancho. El diccionario define el vocablo de la siguiente guisa; en su sentido familiar y figurado: “Liza, destrozo”. Lo que por fortuna no ocurrió. Hubo ira. Horacio define la ira “como una locura breve”. Fue una ira justificada hasta cierto punto. La asamblea se sintió manipulada mediante actos poco honestos, previos a su realización. Intentaron iniciarla con una oración a cargo de un pastor evangélico (no toda la sociedad civil es de esa confesión). Invitaron a las vivanderas de los mercados capitalinos. Mujeres trabajadoras, dignas de mi respeto; pero, sujetas a la saturación de los “aparatos ideológicos del Estado (AIE)”, de que habla el sociólogo Louis Althusser.

No hubo zafarrancho, repito. No hubo liza (léase riña); ni destrozo alguno en el solemne salón donde se verificaba el evento. Los desatinos surgen desde el comienzo, el abogado Rigoberto Chang Castillo, quien dirigía los actos, solicitó a determinado pastor la invocación a Dios. El cuádruple ministro: Derechos Humanos, Gobernación, Justicia y Descentralización (“quien mucho abarca poco aprieta”, reza el refrán) tiene tantas secretarías de Estado como Abraham Williams en tiempo de Carías. No es un hombre ilustrado.

Pero, al menos es un letrado. Cometió un error: el Estado hondureño es laico. Fue una lucha que comenzó Morazán (propicio sea el momento para hacerle un homenaje); y la culmina Marco Aurelio Soto en la Constitución de 1880. La Constituyente de 1880, fue presidida por el doctor Manuel Gamero (abuelo del director de diario Tiempo). La fe es un principio individual en materia de derechos humanos. La propuesta de Chang Castillo dio lugar a acontecimientos desagradables.

No hubo zafarrancho, insisto. Pero sí algunas actitudes alejadas del buen juicio. Lamento que procedan de algunos amigos míos. Deseo que lean con cuidado este párrafo del ex defensor del pueblo español, Joaquín Ruiz Giménez, quien sostiene y llama la atención sobre pequeños derechos que no proceden de las legislaciones, pero que son fundamentales, como el derecho a discrepar “sobre gustos estéticos, sobre procedimientos técnicos, sobre tácticas políticas, sobre matices dentro de una concepción, más o menos homogénea de la vida y del mundo.

Cuando en el seno de un grupo social esas discrepancias discurren sencilla y normalmente, sin originar escándalos, sin herir susceptibilidades, sin desgarramiento de vestiduras, sin dramatizaciones, sino con sosegadas palabras de conformidad o disconformidad, con espíritu de diálogo en suma, allí hay auténtica vida civilizada, verdadera vida de hombres”.

He ahí el desafío; se trata de construir una Honduras nueva sin usar la violencia. Ni la violencia física, ni la violencia verbal.

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