Redacción. Irán se encuentra al borde de una emergencia nacional tras cinco años consecutivos de sequía severa y décadas de gestión deficiente de sus recursos hídricos, mientras las autoridades advierten que Teherán podría quedarse sin agua potable en cuestión de semanas.
El nivel del agua en la represa Amir Kabir, al norte de la capital, ha caído a su punto más bajo desde que se construyó. Esta represa es una fuente clave de abastecimiento para millones de personas y su descenso refleja la magnitud de la crisis.

En diversas ciudades del país, los residentes enfrentan grifos secos durante horas. La presión del agua ha disminuido drásticamente y muchos se ven obligados a buscar tanques o almacenar el líquido como pueden.
Además de la sequía, Irán atraviesa una ola de calor histórica. En junio, una región registró un índice de calor de 149 grados Fahrenheit, uno de los más altos del planeta. Esta situación agrava el estrés hídrico en todo el país, donde la demanda se ha disparado sin que exista capacidad suficiente para cubrirla.
Crisis hídrica
La crisis hídrica coincide con un prolongado déficit energético que ha obligado al gobierno a imponer apagones programados a diario.
Esta combinación de falta de agua y electricidad afecta gravemente la calidad de vida y ha intensificado el malestar social. A ello se suma la tensión nacional que dejó la reciente guerra de 12 días entre Irán, Israel y Estados Unidos, cuyas secuelas aún son visibles.

Expertos y ambientalistas advierten que Irán enfrenta un posible colapso ambiental si no actúa de forma inmediata. Las autoridades han iniciado campañas para fomentar el ahorro de agua y se plantea la posibilidad de racionamientos más estrictos.
Mientras tanto, millones de iraníes viven con miedo e incertidumbre por lo que pueda ocurrir si el agua deja de llegar por completo a sus hogares.