Redacción. Luego que la semana pasada fueron hallados dos migrantes muertos en o cerca de las barreras de boyas colocadas en el Río Grande entre Eagle Pass y Piedras Negras, México, traficantes humanos (coyotes) reconocieron que estas barreras flotantes no hacen más que generarles “dinero fácil” para quienes trabajan como ellos.
El gobernador de Texas Greg Abbott ha defendido las boyas diciendo que protegen al estado de una “invasión”.
En una carta fechada el 24 de julio dirigida al presidente Joe Biden, Abbott escribió:
“Ninguno de nosotros quiere ver otra muerte más en el Río Grande, pero su política de fronteras abiertas alienta a los migrantes a arriesgar su vida cruzando ilegalmente por el agua, en vez de hacerlo de manera segura y legal por los puertos de entrada. Nadie se ahoga en un puente”.
Andrew Mahaleris, vocero del gobernador de Texas, dijo que en julio se ahogaron cuatro migrantes en el río, antes de que las barreras fueran instaladas, y atribuyó la muerte de los migrantes que se han ahogado en los últimos años al presidente Biden y al presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador.
Migración
El año pasado, de acuerdo con organizaciones defensoras de los migrantes, más de 70 migrantes se ahogaron en el condado de Maverick, donde se encuentra Eagle Pass.
En lo que va de este año, 26 migrantes han muerto ahogados en esa zona.
La instalación de las boyas empezó en julio, la más reciente escalada de la iniciativa de seguridad fronteriza de Abbott conocida como Operación Lone Star a un costo de $10,000 millones en la que han sido movilizados agentes estatales y elementos de la Guardia Nacional.
El mes pasado el Departamento de Justicia interpuso una demanda en un intento de obligar a Texas a retirar las barreras flotantes.
El viernes un juez federal para el Distrito Oeste de Texas programó una audiencia para el 22 de agosto para considerar el pedido del Departamento de Justicia de un requerimiento que emplace a Texas a retirar las barreras dentro de 10 días.
Relatos de ahogamiento
En una noche reciente, unos migrantes recién llegados llamaron a la puerta del albergue, pidiendo comida, una cama y darse un baño.
Recuentos de ahogamiento dominaban la conversación en el patio, lleno de venezolanos y centroamericanos; en particular, tres hondureños que iban a una tienda a cobrar dinero que les enviaban amigos y familiares desde Houston.
El último migrante ahogado era un hondureño de 20 años.
Una de los migrantes hondureños, Miriam García, de 43 años, acababa de hablar con su hermano y su hija de 19 años en Honduras.
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Su hija le rogaba que tuviera cuidado al tratar de cruzar el río.
García tiene la esperanza de llegar a Houston, donde unos amigos le tenían un empleo limpiando hoteles.
Mientras el sol se ponía sobre el Río Grande, García y los otros dos migrantes hondureños se acercaron a un coyote. El plan era cruzar en los próximos días.
Fuente: Al Día Dallas