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jueves, abril 25, 2024

Costo de vida

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La buena noticia de fin de año es que el costo de vida de los hondureños ha bajado y que la inflación acumulada será el más bajo de la década. Estos asertos provienen de las estimaciones del Gabinete Económico, que bate palmas por el acierto de su desempeño, bajo la coordinación de Marlon Escoto, quien, desde su escritorio en Washington como representante de Honduras en el Banco Mundial (BM), maneja los hilos de la economía hondureña.

De acuerdo con estas alegres ponderaciones estadísticas, ha habido una estabilización del índice de precios al Consumidor, IPC, gracias a la decisión del gobierno de congelar por dos meses el precio de 60 artículos alimenticios de la canasta básica familiar.

Es un resultado interesante, inédito, diremos, de una congelación de precios en una economía abierta, como la de Honduras, que, además, es básicamente importadora, especialmente en lo que corresponde a los productos indispensables, de primera necesidad, entre ellos los granos básicos y las carnes porcina y vacuna.

Sin embargo, en un país donde el corcho se hunde y el plomo flota, no debe sorprender ese extraño logro, que, amén de beneficiar a la gran mayoría pobre –incluyendo las clases medias y a los de a pie–, viene de maravilla a la propaganda del gobierno, en momentos tan dramáticos de paralización empresarial, de reculada de las inversiones productivas y de aumento masivo del desempleo… de un solo pencazo.

Los cálculos sobre la inflación al término de 2015 son, por lo tanto, plausibles: entre 3,0% y 3,5%, que certificaría el efectivo control inflacionario, a lo que ha contribuido, dicen, la caída de los precios de los carburantes, y, por supuesto, la ecuánime política tributaria.

Quedan desmentidas, al fin, las proyecciones –siempre bondadosas—del Banco Central de Honduras (BCH) de 4,75% de inflación y del Programa Monetario 2015-2016, que ubicó el IPC en 5,5%. No contaban con la astucia, a lo Chespirito, de la congelación de precios y de las habilidades metodológicas para medir los factores económicos.

Como el común de las gentes no entiende de malabarismos estadísticos y se queda con en la superficie, solamente apreciando lo que se lleva a la boca y los demás costos de la vida familiar, se queja de que ahora hay menos para calmar la demanda estomacal, para vestir y para satisfacer las pequeñeces del diario sobrevivir. Peor ahora, que, a despecho de la magia congeladora, no alcanza la carne, los lácteos, lo frijolitos, aunque el gobierno hable con el raro idioma de los IPC y la canasta refrigerada.

Viene ahora la prueba real, la de la Pascua (fiesta) de Navidad y de Año Nuevo, que, sin pretender ser malos augures, será de vacas flacas, de bolsillos vacíos, de esperanzas perdidas y de propaganda plena, amenizada con villancicos y con adornos del nórdico Santo Klaus.

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