Redacción. La diabetes tipo 2 es una condición crónica que afecta a millones de personas en el mundo, y su tratamiento ha evolucionado con el tiempo. En adultos mayores, el enfoque en el control estricto de la glucosa puede volverse riesgoso.
Tal es el caso de Ora Larson, una mujer de 85 años que ha convivido con la enfermedad durante décadas y ahora enfrenta episodios de hipoglucemia que afectan su calidad de vida.
A lo largo de su vida, Larson se ha esforzado por mantener sus niveles de hemoglobina A1c por debajo del 7 %, tal como lo recomendaban sus médicos. Pero últimamente, su equipo de salud ha cambiado su enfoque: le han indicado que relaje su control para evitar caídas, arritmias y deterioro cognitivo.
A pesar de estas advertencias, le ha costado aceptar la idea de que un control más flexible puede ser más seguro. «Recibía muchos elogios por mantener su diabetes bajo control, así que para ella esto es como si hubieran cambiado las reglas», expresó su hija Susan Larson.
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Hipoglucemia en adultos mayores
La hipoglucemia ocurre cuando los niveles de azúcar en sangre bajan demasiado, generalmente por debajo de los 70 mg/dL. En los adultos mayores, el problema puede pasar desapercibido o confundirse con otros síntomas como confusión o fatiga extrema.
Estudios recientes han demostrado que muchos pacientes mayores siguen sometidos a tratamientos agresivos que aumentan su riesgo de hipoglucemia. Según un análisis en residencias de ancianos de Ontario, más del 50 % de los residentes con diabetes tipo 2 mantenían niveles de A1c inferiores al 7 %.
«El mayor factor de riesgo de hipoglucemia grave es haber tenido episodios previos», advierte el geriatra Sei Lee. Esto significa que, una vez que una persona ha experimentado una baja severa de azúcar, es probable que vuelva a ocurrir si no se ajusta su tratamiento.
Nuevas guías para un tratamiento más seguro
Ante la creciente evidencia de que el control estricto de la glucosa puede ser más dañino que beneficioso en adultos mayores, diversas organizaciones médicas han actualizado sus recomendaciones.
La Sociedad Estadounidense de Geriatría y la Asociación Estadounidense de Diabetes sugieren ahora objetivos de A1c más elevados: entre 7.5 y 8 % para la mayoría de los adultos mayores y hasta 9 % para quienes tienen múltiples enfermedades crónicas o una esperanza de vida limitada.
Este cambio también implica revisar los medicamentos utilizados. Fármacos como la insulina y las sulfonilureas (gliburida, glipizida, glimepirida) son conocidos por aumentar el riesgo de hipoglucemia, por lo que los médicos están optando por alternativas más seguras, como los agonistas del GLP-1 (Ozempic) o los inhibidores del SGLT2 (Jardiance).
Estos nuevos tratamientos también presentan desafíos. Algunas personas mayores pueden experimentar efectos secundarios no deseados. Tales como: pérdida excesiva de peso, problemas gastrointestinales o dificultades para obtener cobertura de seguro para los medicamentos más costosos.
Un cambio necesario en la conversación
A pesar de la creciente evidencia en favor de la desintensificación del tratamiento, muchos pacientes se resisten a este cambio. «Pensé que se alegrarían al saber que podían relajarse un poco, pero muchos se preocupan como si estuviera quitándoles algo», comenta el investigador Scott Pilla.
El caso de Ora Larson refleja este dilema. Aunque ha comenzado a llevar consigo tabletas de glucosa para controlar sus episodios hipoglucémicos, sigue debatiéndose entre la recomendación médica y sus propias creencias sobre el control de la diabetes.
Para los expertos, la clave está en una comunicación efectiva entre médicos y pacientes. Explicar cómo cambian los riesgos con la edad y ajustar los tratamientos de acuerdo con la condición de cada persona puede hacer la diferencia en la calidad de vida de los adultos mayores con diabetes.
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