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lunes, julio 21, 2025

Consumir azúcar en exceso: una amenaza silenciosa para el organismo

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Redacción. El azúcar es una fuente rápida de energía y, en su forma natural, está presente en frutas, vegetales y otros alimentos integrales. Sin embargo, su consumo en exceso, principalmente en forma de azúcares añadidos, se ha convertido en un factor de riesgo para múltiples enfermedades crónicas no transmisibles. Desde la cavidad bucal hasta las articulaciones, su efecto es acumulativo y progresivo, según advierten instituciones médicas y publicaciones científicas.

Salud bucal: puerta de entrada al deterioro

Los azúcares simples son rápidamente fermentados por bacterias bucales que, al descomponerlos, producen ácidos que erosionan el esmalte dental. Si este proceso se repite constantemente a lo largo del día, como ocurre con el consumo frecuente de caramelos, refrescos y snacks azucarados, la acidez supera la capacidad buffer de la saliva, aumentando el riesgo de caries dental.

Según la Mayo Clinic, el azúcar añadido es uno de los factores dietarios más relevantes en el deterioro dental infantil. Este efecto es acumulativo y puede generar pérdida prematura de piezas dentales si no se controla.

Los principales azúcares simples que consumimos son la glucosa y la fructosa.

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Sistema digestivo: alteraciones en el intestino

Los principales azúcares simples que consumimos son la glucosa y la fructosa. Mientras la glucosa es absorbida fácilmente por el intestino delgado, la fructosa puede generar complicaciones digestivas, especialmente cuando se consume en forma de jarabe de maíz alto en fructosa o jugos industrializados.

La fermentación bacteriana de fructosa no absorbida produce gases, hinchazón y malestar. Estudios publicados en Clinical Gastroenterology and Hepatology vinculan su consumo elevado con disbiosis intestinal, un desequilibrio en la composición del microbioma, y con el deterioro de la barrera mucosa intestinal, lo que puede facilitar la entrada de compuestos inflamatorios al torrente sanguíneo.

Este mecanismo se asocia al desarrollo de síndrome de intestino irritable (SII), una condición digestiva caracterizada por dolor abdominal, gases y sensibilidad alimentaria.

Páncreas e insulina: el camino hacia la diabetes tipo 2

Cada vez que los niveles de glucosa en sangre se elevan, el páncreas libera insulina para facilitar la entrada de esta glucosa a las células. Sin embargo, si esta estimulación ocurre de forma constante debido a una dieta rica en azúcares añadidos, se desarrolla una resistencia progresiva a la insulina.

Con el tiempo, esta condición puede evolucionar hacia diabetes tipo 2, especialmente cuando el páncreas ya no puede compensar el aumento de demanda hormonal. La Mayo Clinic y los CDC identifican al exceso de azúcar en la dieta como un factor determinante en este proceso, junto a la obesidad abdominal y la inactividad física.

Hígado: acumulación de grasa y MASLD

El hígado es el principal órgano encargado de metabolizar la fructosa. Cuando esta es consumida en exceso, se convierte en ácidos grasos que se almacenan en el hígado, favoreciendo el desarrollo de MASLD (Metabolic dysfunction-associated steatotic liver disease), antes conocida como hígado graso no alcohólico.

MASLD es una enfermedad hepática de curso silencioso, que en fases avanzadas puede generar fibrosis, cirrosis o insuficiencia hepática. Estudios citados por la American Journal of Clinical Nutrition y la propia Mayo Clinic confirman la relación entre el consumo habitual de bebidas azucaradas y la progresión de esta patología. En Estados Unidos, ya representa una de las causas más comunes de trasplante hepático.

Grasa visceral y síndrome metabólico

El consumo frecuente de bebidas azucaradas añade calorías líquidas sin generar saciedad, lo que promueve el aumento de peso. La grasa acumulada por el hígado tiende a depositarse en el abdomen, formando grasa visceral, un tejido metabólicamente activo que favorece la inflamación sistémica.

Esta grasa está asociada con un mayor riesgo de enfermedad cardiovascular, resistencia a la insulina y síndrome metabólico, un conjunto de trastornos que incluyen hipertensión, dislipidemia y aumento de la circunferencia abdominal.

Articulaciones: azúcar, ácido úrico y gota

Un efecto menos conocido de la fructosa es su relación con la producción de ácido úrico, un compuesto que se elimina normalmente a través de la orina. Sin embargo, cuando sus niveles se elevan de forma sostenida (hiperuricemia), puede cristalizar y acumularse en las articulaciones, desencadenando gota.

Esta forma de artritis inflamatoria se caracteriza por episodios de dolor agudo, enrojecimiento e inflamación, comúnmente en el dedo gordo del pie. La Arthritis Foundation ha documentado ampliamente este fenómeno, subrayando su vínculo con el consumo de refrescos azucarados y alimentos ricos en fructosa.

Recomendaciones oficiales de consumo

Las principales instituciones sanitarias han establecido límites para reducir el riesgo asociado al consumo de azúcar añadido. La Administración de Alimentos y Medicamentos de EE. UU. (FDA) sugiere que no más del 10 % de las calorías diarias provengan de azúcares añadidos, lo que equivale a aproximadamente 50 gramos en una dieta de 2.000 calorías. La Asociación Americana del Corazón, por su parte, recomienda no exceder los 25 gramos diarios para mujeres y 36 gramos para hombres.

Estos valores se superan fácilmente con una sola bebida azucarada o un postre procesado, por lo que leer etiquetas y reducir el consumo de productos ultraprocesados es clave para la prevención.

El azúcar añadido está presente en productos tan comunes como refrescos, jugos industriales, cereales, yogures saborizados y salsas procesadas.

El azúcar añadido está presente en cientos de productos procesados, desde bebidas hasta aderezos. Si bien su consumo ocasional no representa un riesgo inmediato, la exposición constante y excesiva tiene efectos acumulativos que afectan múltiples órganos y sistemas.

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