Redacción. El acné es una condición dermatológica que afecta a personas de todas las edades. Entre los adultos, las mujeres suelen ser las más vulnerables, especialmente durante los días premenstruales o el embarazo.
Este trastorno cutáneo ocurre cuando los folículos pilosos se obstruyen con grasa y células muertas, provocando puntos negros, blancos o granos. Su impacto puede ir más allá de lo físico, afectando profundamente la autoestima, especialmente en la adolescencia. Por ello, los especialistas recomiendan combinar el tratamiento médico con acompañamiento terapéutico.
A continuación, presentamos tres claves fundamentales para combatir el acné de manera segura y eficaz:
1. Alimentación y hábitos saludables
El dermatólogo Lucas Ponti, director de ACNEBA, el primer centro funcional de acné y dermatología, subraya que los tratamientos efectivos comienzan con una revisión de los hábitos del paciente. “Una dieta rica en azúcares refinados, harinas y grasas eleva los niveles de insulina, lo que agrava el acné. Además, el sueño insuficiente también afecta, ya que el cortisol liberado en estas condiciones aumenta la insulina”, explica Ponti.
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El consumo de alimentos ultraprocesados también agrava el acné, ya que destruyen la flora bacteriana intestinal y alteran el equilibrio de la piel. Ponti detalla: “Estos productos generan inflamación silenciosa en el organismo, siendo el acné una manifestación de ese proceso. Por eso, es crucial realizar análisis de laboratorio para evaluar el estado metabólico, hormonal y vitamínico del paciente”.
El dermatólogo añade que una dieta con alto índice glucémico puede alterar las hormonas sexuales, lo que contribuye al desarrollo del acné. Asimismo, la dermatóloga Débora Kaplan advierte que el consumo de lácteos incrementa la insulina y estimula la producción de andrógenos como la testosterona, afectando la producción de sebo.
Aunque la dieta y los hábitos saludables son importantes, también hay factores genéticos y ambientales, como la exposición a contaminantes, que pueden influir en la aparición del acné.
2. Probióticos: restableciendo el equilibrio
El nuevo enfoque en el tratamiento del acné incluye el uso de probióticos. “La microbiota, formada por bacterias, virus y hongos que habitan en la piel, debe mantenerse en equilibrio. La higiene agresiva puede empeorar el acné al eliminar gérmenes buenos”, afirma Politi.
En lugar de enfocarse solo en matar bacterias, los especialistas buscan restaurar el equilibrio de la flora cutánea e intestinal. Ponti explica: “Los probióticos introducen bacterias beneficiosas en el intestino, reduciendo la inflamación y equilibrando la microbiota de la piel”. Este enfoque no solo disminuye las bacterias responsables del acné, sino que también calma el enrojecimiento y los granos inflamados.
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La doctora Laura Szafirstein, de la Sociedad Argentina de Dermatología, destaca el papel de la niacinamida, una forma de vitamina B que mejora la flora local y contribuye a la desaparición del acné. Por su parte, la dermatóloga Agustina Vila Echagüe define a los probióticos como “la frutilla del postre” que complementa el tratamiento estándar.
3. Isotretinoína
En los casos más graves, la isotretinoína sigue siendo la solución más eficaz. Este medicamento atrofia las glándulas sebáceas, disminuye la producción de sebo, inhibe la formación de granos y reduce la inflamación.
Sin embargo, este tratamiento requiere estricta supervisión médica debido a sus posibles efectos secundarios, como sequía de piel, dolores articulares y, en casos excepcionales, cuadros depresivos. En mujeres embarazadas, está absolutamente contraindicado por el riesgo de malformaciones fetales. A pesar de estas precauciones, Vila Echagüe asegura que “la isotretinoína cura el acné en el 99% de los casos”.
El acné es una condición multifactorial que requiere un enfoque integral, combinando alimentación, cuidados dermatológicos y, en algunos casos, medicamentos específicos. Consultar a especialistas es el primer paso hacia una piel más sana.