Redacción. La experimentada paracaidista Jade Damarell, de 32 años, se quitó la vida el 27 de abril al lanzarse desde una altura de 4,600 metros sin abrir su paracaídas principal ni el de reserva. La investigación forense, realizada en Crook, condado de Durham (norte de Inglaterra), confirmó que la muerte fue un suicidio.
Damarell, nacida en Hong Kong y residente en Shotton, en el mismo condado, había completado más de 500 saltos a lo largo de su carrera, seis de ellos el día anterior sin incidencias. La Asociación Británica de Paracaidismo corroboró que los paracaídas estaban en perfectas condiciones.
Según la forense adjunta, la Dra. Leslie Hamilton, Damarell no activó su dispositivo de seguridad ni usó su cámara en el salto. En su teléfono móvil se encontraron notas escritas en la madrugada de ese día, donde pedía disculpas a su familia, agradecía su apoyo y dejaba instrucciones sobre sus finanzas. Un mensaje en la pantalla de bloqueo indicaba «revisa la carpeta de notas». Los análisis toxicológicos no mostraron consumo de alcohol o drogas.

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La investigación reveló que la noche anterior a la tragedia, Damarell y su pareja, Ben Goodfellow, habían terminado su relación. A pesar de ello, Bryn Chaffe, copropietario de Sky-High Skydiving, declaró que la vio desayunar antes del salto y no notó nada fuera de lo común.
Un legado de logros
El patólogo Dr. James Henry confirmó que la muerte de Damarell fue instantánea debido al traumatismo por impacto.
Su madre, Elisabeth Samuel, la describió como una persona que «vivió una vida llena de logros, aventuras y amabilidad». La familia, en un comunicado, la recordó como una «persona brillante, hermosa, valiente y verdaderamente extraordinaria», con un «espíritu aventurero y libre».

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En su declaración, la familia también hizo un llamado a la comprensión de la salud mental, esperando que el caso de Jade contribuya a una cultura en la que las personas en profunda angustia se sientan «vistas, creídas y capaces de buscar apoyo sin temor a ser juzgadas».