Redacción. Juan, un joven de unos 20 años, asegura haber sido torturado física y psicológicamente por las fuerzas de seguridad venezolanas tras ser detenido en el marco de las elecciones presidenciales del 28 de julio de 2024.
Fue una de las 1.800 personas que, según la ONG Foro Penal, fueron detenidas en las protestas luego de que el Centro Nacional Electoral (CNE) anunciara -sin difundir las actas electorales- a Nicolás Maduro como el ganador de la contienda, un resultado que la oposición venezolana y numerosos países califican como un fraude electoral.
Las cifras de detenidos dadas por el gobierno son difusas. A principios de agosto, Maduro afirmó que ya había «2.229 terroristas capturados». Juan fue excarcelado a mediados de noviembre, días después de que Maduro llamara a las autoridades judiciales a «rectificar» si hubo injusticias en las detenciones.
El joven afirma que muchos de los detenidos son maltratados, les dan «comida podrida» y a los más rebeldes los encierran en cuartos de tortura, de acuerdo con BBC Mundo. Por ello, mostró documentos y pruebas que corroboran su relato, que coincide con otros testimonios y con las denuncias de organizaciones no gubernamentales.
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Represión policial
Juan, activista político opositor al gobierno, dice que la campaña electoral y los días previos a la elección estuvieron «marcados por la esperanza y mucha gente animada» a votar por un cambio. Pero el anuncio del CNE poco después de la medianoche de aquel domingo hizo que lo que para muchos ya era un ambiente de celebración se transformara en confusión y rabia.
Miles de venezolanos salieron a las calles para protestar en contra de un resultado que consideraron como fraudulento. La oposición y organizaciones internacionales denunciaron una represión policial. Aproximadamente 24 personas murieron en las protestas, según la ONG Provea.
Maduro y algunos de sus funcionarios han dicho que la oposición, la «extrema derecha» y grupos «terroristas» son los culpables de las muertes.
Foro Penal, una organización no gubernamental con sede en Venezuela, también tiene registro de 23 personas que fueron detenidas y luego desaparecieron. «Nadie sabe dónde están en este momento y tenemos absoluta certeza de que fueron detenidos», dice el abogado y activista venezolano Gonzalo Himiob, vicepresidente del Foro Penal.
Protestas
El foro añade que gobierno venezolano no ha respondido a las denuncias sobre las personas que han desaparecido tras las protestas. «También tenemos casos de personas que ni siquiera estaban protestando, pero que por alguna razón estaban cerca de una protesta y las metieron presas». Juan asegura formar parte de este último grupo.
El joven, conocido en su localidad por su activismo político, cuenta que después de la elección el país amaneció bajo una alta vigilancia policial y militar. Afirma que estaba en la calle haciendo una diligencia cuando un grupo de hombres encapuchados lo interceptaron, le taparon la cara y lo golpearon mientras le decían que era un terrorista. «Me sembraron bombas molotov y gasolina, y luego me llevaron a un centro de detención», prosigue.
Señala que no es la primera vez que le pasa esto. En 2017, cuando decenas de miles de venezolanos salieron a las calles para protestar en contra del gobierno de Maduro, también lo «secuestraron«. Desde entonces, dice que las autoridades lo amenazan y lo acosan constantemente. Pero esta vez, lo acusan de terrorismo, incitación al odio, entre otros crímenes.
Cárcel
Estuvo detenido en una prisión del interior de Venezuela por varias semanas hasta que lo trasladaron a Tocorón, una cárcel de alta seguridad ubicada a unos 140 kilómetros al suroeste de Caracas, conocida por haber sido una base de operaciones del Tren de Aragua, uno de los grupos criminales más temidos de América Latina.
Allí viviría lo que califica como la peor experiencia de su vida. «Cuando llegamos a Tocorón, nos desnudaron, nos golpearon, nos insultaron, nos gritaban ‘terroristas’. Teníamos prohibido subir la cara y mirar a los custodios; teníamos que bajar la cara hacia el piso», relata Juan. «Luego nos uniformaron y nos subieron a las celdas», añade.
A Juan le asignaron una pequeña celda de tres metros por tres metros, que tenía que compartir con otras cinco personas. Allí había seis camas distribuidas en tres literas y un «cuadrito» sin privacidad en una esquina, en el que había un pozo séptico y «un tubo que servía como regadera». Ese era el baño.
Describe las camas como «tumbas de cemento» con una colchoneta muy fina. «Más que una cárcel, en Tocorón me sentí en un campo de concentración», asegura el joven. «Me hizo pensar a lo que he visto en películas y escuchado de los campos de concentración y tortura de la dictadura de Augusto Pinochet en Chile».
El gobierno venezolano acusa de terrorismo, incitación al odio, asociación para delinquir, daños violentos a la propiedad pública y obstaculización a las vías públicas a la mayoría de los detenidos en las protestas.
Excarcelación
El presidente Maduro los ha tildado de «criminales fascistas» y se ha jactado de haberlos enviado a cárceles de máxima seguridad. El ministro del Interior, Diosdado Cabello, añadió: “En esto no podemos continuar: aquí a cada perdón se sucede una nueva conspiración, y a cada conspiración, un nuevo perdón”.
El 11 de noviembre, Maduro hizo un llamado a los jueces del país a revisar los casos y «rectificar» si hubo errores en las detenciones poselectorales. Cinco días después, la Fiscalía General de Venezuela anunció la excarcelación de 225 personas que fueron detenidas en el marco de las protestas.
Juan forma parte del grupo que fue excarcelado. Estima que, como él, muchas personas fueron excarceladas debido a que padecen alguna condición médica. Dice que muchos de sus compañeros estaban deprimidos y a algunos se les quitaron las ganas de vivir: «Muchos actuaban como zombis. Sólo esperaban la comida, que además era de pésima calidad».
«Nos daban comida podrida. A veces servían pellejo de carne con arroz picado, el que se les da a las gallinas o a los perros. Otras veces nos daban sardinas que ya habían caducado».
El día que salió de la prisión, Juan recuerda que a todos los presos que iban a ser excarcelados les tomaron fotos frente a un plato con una buena comida balanceada: «Me imagino que lo hicieron para tener ‘pruebas’ de que nos trataron bien». Pero asegura que pasó mucha hambre y que incluso todavía tiene hambre.
Celdas inhumanas
Según Juan, a algunos detenidos les daban palizas rutinarias o los hacían «caminar como ranas» con las manos en los tobillos. También describe «celdas de castigo», a donde mandan a aquellos que consideran como los más rebeldes, relata Juan, o a aquellos que se atreven a hablar de política o a pedir una llamada telefónica para comunicarse con sus familiares.
«Les llaman ‘los tigritos’ y las condiciones son verdaderamente inhumanas», asevera Gonzalo Himiob, abogado del Foro Penal.
Juan dice que estuvo en «el tigrito» de Tocorón y que recibía una comida cada dos días. «Es una celda muy oscura y mide un metro por un metro. Pasé muchísima hambre. Me da hambre de sólo recordarlo. Lo que me mantenía con fuerzas era pensar en todas las injusticias que estaban pasando y que algún día iba a salir de allí», cuenta.
En Tocorón hay otra celda de tortura conocida como la «cama de Adolfo», relata Juan. Los presos dicen que se le llama así en homenaje a la primera persona que murió allí. «Es un cuarto oscuro y sin mucho oxígeno del tamaño de una bóveda. Te meten ahí por unos minutos hasta que no puedas respirar y te desmayes o comiences a golpear la puerta con desesperación. A mí me metieron y duré poco más de cinco minutos. Pensé que me iba a morir», recuerda.
«Yo lo siento por mi mamá, mi familia y la gente que me quiere, que siempre me piden que me quede tranquilo, pero yo nunca dejaré de luchar por el futuro de Venezuela», añade, antes de agregar que el poco miedo que tenía lo perdió en la cárcel de Tocorón.