Redacción. Aunque es una de las enfermedades hepáticas más comunes, el hígado graso sigue siendo una afección silenciosa que muchas personas no saben que padecen. Sin embargo, su prevención está en gran medida al alcance de todos, a través de cambios en la alimentación y el estilo de vida.
Prevenir el hígado graso comienza en el plato. La alimentación cumple un rol decisivo en mantener el hígado en óptimas condiciones. Diversos organismos internacionales y expertos en hepatología coinciden en que una dieta equilibrad (basada en frutas, verduras, legumbres, cereales integrales y grasas saludables) es la herramienta más efectiva para evitar la acumulación de grasa en este órgano vital.
Las recomendaciones incluyen:
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Reducir las grasas saturadas, presentes en carnes rojas, embutidos y lácteos enteros.
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Evitar los azúcares refinados y productos ultraprocesados, como refrescos y pasteles industriales.
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Incorporar grasas insaturadas y omega-3, como las que se encuentran en el aceite de oliva, los frutos secos, la palta y pescados como el salmón y las sardinas.
Los Institutos Nacionales de Salud de Estados Unidos señalan que limitar el consumo de alcohol es crucial, ya que incluso en personas con hígado graso no alcohólico, el alcohol puede agravar el daño hepático.
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Ejercicio y control del peso: aliados fundamentales
El sedentarismo es un enemigo silencioso del hígado. La práctica regular de actividad física no solo contribuye a mantener un peso saludable, sino que también reduce la grasa acumulada en el hígado. El Colegio Americano de Gastroenterología destaca que perder entre el 7 % y el 10 % del peso corporal puede generar una mejora significativa en los niveles de grasa hepática.
De hecho, según el jefe del Centro de Hepatología del Hospital Británico, Federico Villamil, «hacer ejercicio y adoptar una dieta saludable puede reducir la grasa hepática en un 10 % en apenas tres meses».
Caminar al menos 30 minutos al día, hacer ejercicios de fuerza moderada y evitar el exceso de horas sentado pueden marcar una gran diferencia.
La importancia de detectar a tiempo
Una de las principales dificultades con el hígado graso es su carácter asintomático en etapas tempranas. Muchas personas no presentan síntomas evidentes, lo que complica su diagnóstico.
Sin embargo, algunas pueden sentir fatiga persistente o molestias en el abdomen superior derecho. Cuando la enfermedad progresa, puede derivar en inflamación, fibrosis, cirrosis e incluso cáncer hepático.
Por eso, las revisiones médicas periódicas, especialmente en personas con factores de riesgo como obesidad, diabetes tipo 2 o antecedentes familiares de enfermedades hepáticas, son fundamentales.
Una amenaza creciente a nivel global
Otro estudio conjunto del Hospital Universitario Nacional de Singapur y el Centro Médico Cedars-Sinai de Los Ángeles apuntó que la prevalencia global del hígado graso no alcohólico (EHGNA) ha alcanzado cifras preocupantes.
Se estima que un 32 % de los adultos en el mundo lo padecen, siendo más común en hombres (40 %) que en mujeres (26 %). La proyección para 2030 indica que la cifra podría aumentar considerablemente si no se toman medidas de prevención masiva.
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