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martes, junio 24, 2025

Los primeros años que forman la mente: así crece el cerebro de un bebé

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Redacción. Los dos primeros años de vida son fundamentales para el desarrollo del cerebro humano, un proceso complejo y dinámico que puede determinar la trayectoria de aprendizaje, salud mental y comportamiento de una persona a lo largo de su vida.

Así lo afirman expertos del Hospital Cedars-Sinai, en Estados Unidos, quienes lideran una serie de investigaciones para comprender cómo factores biológicos, ambientales y sociales influyen en esta etapa crítica del desarrollo infantil.

“El cerebro de un bebé no solo está creciendo rápidamente, sino que se está organizando”, explicó el Dr. Wei Gao, director de Investigación de Neuroimagen en Cedars-Sinai. “Queremos usar imágenes avanzadas como una herramienta para detectar desviaciones lo más temprano posible, para así poder intervenir y devolver el desarrollo cerebral a su trayectoria normal”.

Durante los primeros dos años de vida, el cerebro infantil experimenta el periodo de crecimiento y plasticidad más intenso de toda la vida humana.

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Un mapa del cerebro en formación

El equipo liderado por Gao ha creado uno de los primeros mapas detallados que ilustran cómo se conectan distintas regiones del cerebro durante la infancia. Este proyecto forma parte de un estudio longitudinal que sigue a más de 7,000 niños desde el nacimiento hasta los 10 años. Mediante la combinación de escáneres cerebrales, información genética y datos del entorno familiar, los investigadores esperan identificar con mayor precisión los factores que moldean el desarrollo neurológico.

Según Gao, el desarrollo cerebral sigue una secuencia lógica: primero se consolidan las regiones que controlan el movimiento y los sentidos, seguidas por aquellas vinculadas a las habilidades sociales y emocionales. Es por eso que el primer año de vida es clave para fomentar el vínculo emocional y el apego seguro entre el bebé y sus cuidadores.

“Debes proporcionar un apoyo sensible al bebé para que pueda desarrollar un vínculo seguro contigo como cuidador. Eso tiene impactos a largo plazo en sus logros posteriores y en su calidad de vida”, subrayó Gao.

El entorno importa: pantallas, estimulación y vínculos

La Dra. Jane Tavyev Asher, directora de Neurología Pediátrica en Cedars-Sinai Guerin, también participa en estas investigaciones. Ella advierte sobre los efectos de la exposición excesiva a pantallas digitales en los primeros años, cuando el cerebro se encuentra “entrenando” sus patrones de comunicación.

“Si estás exponiendo ese cerebro a una pantalla, ese cerebro piensa que necesita ser capaz de prestar atención a esas imágenes que cambian rápidamente, pero no a las cosas más lentas del mundo real”, dijo Tavyev Asher. Esto, según la experta, podría afectar la capacidad de los niños para desarrollar habilidades básicas como la lectura, la escritura y la concentración.

Genética y salud cerebral: una conexión crítica

Otra pieza clave del rompecabezas es la genética. El Dr. David Rowitch, subdirector de investigación del hospital pediátrico Cedars-Sinai Guerin, señala que cerca del 80 % de los bebés con alguna afección genética muestran manifestaciones neurológicas. Estas pueden incluir debilidad muscular, convulsiones o alteraciones estructurales del cerebro visibles en resonancias magnéticas.

“La genética nos da pistas fundamentales sobre lo que está ocurriendo en el cerebro del niño”, explicó Rowitch. Con tecnologías actuales es posible analizar los 3 mil millones de pares de bases del ADN de un bebé y correlacionarlos con imágenes cerebrales, lo que permite detectar señales de alarma incluso antes de que los síntomas aparezcan.

El futuro: intervenciones personalizadas y detección precoz

La combinación de genética, neuroimagen y evaluación cognitiva abre la puerta a un enfoque más proactivo en la salud infantil. “Queremos ser capaces de anticipar futuros problemas de salud o de neurodesarrollo. Cuanto antes detectemos las alteraciones, antes podremos intervenir para mejorar la trayectoria del desarrollo del niño”, enfatizó Rowitch.

Esto podría traducirse en programas educativos personalizados, intervenciones terapéuticas tempranas y una preparación más efectiva para la etapa escolar, especialmente para aquellos niños con factores de riesgo genético o ambiental.

“Si comprendemos cómo la genética afecta a la preparación escolar, eso comienza a abrir otro conjunto de preguntas”, concluyó Rowitch. “¿Cómo podemos lograr que un niño esté listo para la escuela si, de otro modo, estaría en desventaja?”.

El cerebro regula funciones esenciales desde el nacimiento.

Claves del desarrollo cerebral en la infancia:

  • 0 a 2 años: Etapa de mayor plasticidad cerebral; se consolidan funciones sensoriales, motoras y emocionales.

  • Estimulación adecuada: Afecto, interacción cara a cara y juego son esenciales.

  • Pantallas: Exposición temprana puede interferir con habilidades cognitivas futuras.

  • Genética: Afecciones hereditarias pueden manifestarse con síntomas neurológicos desde los primeros meses.

  • Intervención temprana: Cuanto antes se detecten alteraciones, mayor será el potencial de corrección.

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