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martes, abril 23, 2024

¿Cómo afecta la hora de las comidas y el sueño inconsistente al metabolismo?

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REDACCIÓN. Cuando los jóvenes comienzan la universidad, es común que aumenten de peso y este aumento puede explicarse por la sustitución de comidas caseras por comidas precocinadas y comidas rápidas, combinadas con la reducción de la actividad física.

Sin embargo, cada vez más, los científicos están apuntando un factor adicional: el trastorno del ritmo circadiano, provocado por una cultura de comer y beber a altas horas de la noche y patrones de sueño inconsistentes.

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La importancia del reloj

Durante décadas se ha dicho que el aumento de peso (junto con enfermedades asociadas como la diabetes tipo 2 y los padecimientos cardíacos) se debe a la cantidad y el tipo de alimentos que se consumen.

Pero hay una evidencia creciente que sugiere que la hora también es importante. No se trata solo de lo que se consume, sino cuándo se come.

La idea de que la respuesta a la comida varía en diferentes momentos del día no es totalmente nueva.

Los antiguos médicos chinos creían que la energía fluía alrededor del cuerpo en paralelo con los movimientos del sol. Además, que la comidas debían programarse en consecuencia, de 7:00 a 9:00 era la hora del estómago, cuando se debía consumir la mayor comida del día; de 9:00 a 11:00 se centraba en el páncreas y el bazo; de 11:00 a 13:00 era el momento del corazón, y así sucesivamente.

Creían que la cena debía ser un asunto ligero, consumida entre las 17:00 y las 19:00, que era cuando predominaba la función renal.

Aunque la explicación es diferente, la ciencia moderna sugiere que hay mucha verdad en esa antigua sabiduría.

Muchas personas piensan que la razón por la que se aumenta de peso si se come por la noche es porque hay menos oportunidades de quemar esas calorías. Sin embargo eso es simplista.

«La gente a veces asume que nuestros cuerpos se apagan cuando estamos dormidos; pero eso no es cierto», dijo Jonathan Johnston, de la Universidad de Surrey. El estudia cómo los relojes corporales interactúan con los alimentos.

Entonces, ¿a qué se puede deber?

La importancia del sueño

Una posibilidad es que comer por la noche extienda la ventana general durante la cual se consumen los alimentos. Esto le da al sistema digestivo menos tiempo para recuperarse y reduce la posibilidad de que el cuerpos quemen grasa, ya que la quema solo ocurre cuando el órganos se dan cuenta de que no hay más alimentos en camino.

Antes de la invención de la luz eléctrica, los humanos se despertaban aproximadamente al amanecer y se acostaban varias horas después de la puesta del sol, y casi toda la comida se consumía durante las horas del día.

«A menos que tengamos acceso a la luz, luchamos por mantenernos despiertos y comer en el momento equivocado», comentó Satchin Panda, biólogo circadiano del Instituto Salk en La Jolla, California, y autor de The Circadian Code.

Su propia investigación reveló que la mayoría de los seres humanos comen a lo largo de 15 horas o más cada día. Consumiendo más de un tercio de las calorías del día después de las 18:00 horas; algo muy diferente a cómo deben haber vivido los antepasados.

«Un universitario típico rara vez se duerme antes de la medianoche, y también tienden a comer a medianoche», aseguró.

Sin embargo, muchos estudiantes tendrán que levantarse para ir a clases al día siguiente, lo cual, suponiendo que desayunen, reduce aún más la duración del ayuno nocturno.

También significa que están acortando el sueño, y esto también podría aumentar la probabilidad de que aumenten de peso.

Un sueño inadecuado altera la toma de decisiones y el autocontrol. Lo que potencialmente conduce a una mala elección de alimentos, y altera los niveles de las «hormonas del hambre», la leptina y la grelina, lo que aumenta el apetito.

Un engranaje de relojes

Dentro de cada célula del cuerpo, hay un reloj molecular que regula el tiempo de casi todos los procesos y comportamientos fisiológicos, desde la liberación de hormonas y neurotransmisores hasta la presión arterial y la actividad de las células inmunitarias.

Estos relojes se mantienen en sincronía entre sí y también con la hora del día, a través de señales desde una pequeña área de tejido cerebral llamada núcleo supraquiasmático (NSQ). La ventana al mundo exterior es un subconjunto de células sensibles a la luz en la parte posterior del ojo llamadas células ganglionares de la retina.

El objetivo de todos estos relojes «circadianos» es anticiparse y prepararse para eventos regulares en el entorno, como la llegada de alimentos.

Cuando se viaja al extranjero, el tiempo de la exposición a la luz cambia, y los relojes corporales se desplazan en la misma dirección, aunque se adaptan a diferentes velocidades. El resultado es el jet lag, que no solo los deja con sueño o despiertos en los momentos equivocados, sino que también puede desencadenar problemas digestivos y malestar general.

Sin embargo, la iluminación no es el único factor que puede cambiar los relojes. Cuando se come también pueden cambiar las manecillas de esos relojes en el hígado y los órganos digestivos.

Los procesos complejos, como el metabolismo de las grasas o los carbohidratos de la dieta, requieren la coordinación de numerosos procesos que ocurren en el intestino, el hígado, el páncreas, el músculo y el tejido graso.

Investigación

Si la conversación entre estos tejidos se revuelve, se vuelven menos eficientes, lo que a largo plazo puede aumentar el riesgo de padecer varias enfermedades.

En un estudio reciente, los investigadores compararon los efectos físicos de dormir cinco horas por noche durante ocho días consecutivos, con la misma cantidad de sueño pero en momentos distintos.

En ambos grupos, la sensibilidad de las personas a la hormona insulina disminuyó y la inflamación sistémica aumentó, aumentando el riesgo de desarrollar diabetes tipo 2 y enfermedad cardíaca.

Sin embargo, estos efectos fueron aún más notorios en aquellos que dormían en momentos distintos (y cuyos ritmos circadianos estaban, por lo tanto, desalineados): en los hombres, la reducción de la sensibilidad a la insulina y el aumento de la inflamación se duplicaron.

Eso podría ser un problema para los viajeros frecuentes o cualquier persona que trabaje por turnos.

Según encuestas europeas y estadounidenses, entre el 15 y el 30% de la población activa realiza algún tipo de trabajo por turnos, lo que a menudo equivale a comer o estar activo cuando el cuerpo no lo espera.

El trabajo por turnos se ha relacionado con una serie de afecciones. Incluyen enfermedades cardíacas, diabetes tipo 2, obesidad y depresión, y la alteración circadiana provocada por esta irregularidad se considera como la principal causante.

Sin embargo, todos somos trabajadores por turnos, al menos en parte, dijo Panda. Se estima que el 87% de la población general mantiene un horario de sueño diferente los días de semana, en comparación con los fines de semana, lo que resulta en un jet lag social.

Las personas también tienden a desayunar al menos una hora más tarde los fines de semana, lo que puede resultar en el llamado «jet lag metabólico».

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