Redacción. El vertiginoso mundo de la moda ha hablado y el veredicto es claro: la paleta de colores vibrantes y audaces que dominó las pasarelas en años recientes comienza su retirada.
A partir del 1 de septiembre de 2025, la tendencia se inclinó hacia una estética más suave y refinada. Los tonos que alguna vez fueron la estrella de cada atuendo ceden su lugar a matices que priorizan la elegancia atemporal sobre la estridencia.
El icónico rosa Barbie, que inundó vitrinas con su energía pop, se despide para dar paso a un rosa pastel más delicado y romántico. Los diseñadores apuestan por una versión menos saturada que evoca tranquilidad.
De manera similar, el misterioso violeta vibrante pierde su encanto, siendo reemplazado por el profundo y lujoso burgundy, un tono de vino tinto que promete un estilo clásico y distinguido.

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Un adiós a la ficción
El verde neón, símbolo del street style atrevido, también se apaga. Su reinado fosforescente da paso al sereno verde oliva, un color orgánico y versátil que conecta con la naturaleza y se combina fácilmente.
Por otro lado, el nostálgico amarillo mostaza se vuelve obsoleto, reemplazado por un ligero y luminoso amarillo pastel, que aporta calidez sin abrumar.
Incluso el azul eléctrico y el dorado metálico se retiran. El primero es desplazado por la sofisticación discreta del beige champán, un neutro elegante que eleva cualquier conjunto. El dorado, que alguna vez fue un emblema de opulencia, cede su lugar a un marrón profundo como el Mocha Mousse, un tono terroso que evoca calidez, comodidad y lujo.

Este cambio de guardia demuestra que la moda es un ciclo constante de reinvención. Los colores que hoy dominan mañana se vuelven parte del archivo histórico del estilo. No es un final, sino una evolución hacia una elegancia más tranquila y funcional, demostrando que la autenticidad y el buen gusto siempre prevalecen sobre el exceso.