Redacción. En la recta final hacia la jornada electoral, diversas iglesias, organizaciones sociales y grupos comunitarios en Honduras han intensificado sus llamados a la calma, la convivencia y la participación pacífica. Más allá de afiliaciones políticas, estas instituciones han decidido asumir un rol activo para promover un ambiente que facilite el voto, proteja la integridad de las personas y reduzca la posibilidad de enfrentamientos o tensiones en la vía pública.
El trabajo que realizan las iglesias y organizaciones sociales en este período es variado: desde mensajes públicos en misas y cultos hasta la activación de redes de voluntariado que ayudan a orientar a votantes con dificultades de movilidad, hasta la coordinación con autoridades locales para habilitar puntos de información ciudadana. En barrios y comunidades rurales, líderes religiosos y sociales funcionan a menudo como canales de información confiable, lo que les permite desactivar rumores y moderar reacciones en un contexto donde la desinformación crece con rapidez.

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Una de las principales preocupaciones que expresan estas organizaciones es el riesgo que implica la circulación masiva de noticias no verificadas en redes sociales. Ante ese panorama, han puesto en marcha estrategias concretas para proteger a la comunidad: difusión de comunicados con información verificable.
Esta labor busca reducir el flujo de información falsa y fomentar la confianza en los procedimientos oficiales.
Las iglesias, en particular, han empleado su influencia moral para recordar la importancia del respeto mutuo. En sermones y pronunciamientos, pastores y religiosos han llamado a sus feligreses a acudir a votar con serenidad. Ellos pidieron evitar confrontaciones y enfocarse en el deber cívico. En paralelo, organizaciones de la sociedad civil han insistido en la necesidad de que las fuerzas de seguridad actúen con proporcionalidad y respetando protocolos de protección de derechos humanos, para garantizar que la jornada no derive en incidentes que puedan escalar.
Otra arista del trabajo comunitario es el acompañamiento a grupos vulnerables: adultos mayores, personas con discapacidad y quienes se encuentran en zonas de difícil acceso. Voluntarios organizados por parroquias y ONG han coordinado, brindado información y garantizado asistencia esencial para que estos sectores puedan ejercer su derecho al voto sin mayores contratiempos. Este acompañamiento es a menudo la diferencia entre la participación y la abstención en contextos rurales o periféricos.
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La interacción con autoridades también ha sido constante. Muchas organizaciones han solicitado y obtenido canales de comunicación con el CNE y con la policía local. El objetivo es reportar riesgos, solicitar medidas de seguridad concretas o coordinar logística de movilidad para electores. Esa interlocución contribuye a una respuesta más rápida en caso de incidentes y facilita la transmisión de información oficial hacia la comunidad.

En términos simbólicos, la presencia de líderes religiosos y sociales ayuda a transmitir calma y confianza. Para ciudadanos que enfrentan dudas o temores, ver a figuras conocidas implica un estímulo a la participación. La estrategia de estos actores sociales combina prudencia con proactividad: actúan como observadores, mediadores y facilitadores, sin inmiscuirse en preferencias políticas.
En definitiva, la movilización de iglesias y organizaciones sociales en los días previos a la votación refleja una apuesta por la recuperación del espacio público como lugar de encuentro en lugar de confrontación. Sus acciones prácticas buscan minimizar riesgos y garantizar que la jornada electoral pueda desarrollarse con normalidad y seguridad para la mayor cantidad posible de ciudadanos. En contextos de alta tensión, este tipo de trabajo de base se vuelve imprescindible para sostener la paz social.

