Por: Carlos Fúnez Aguilar
Hoy, por primera vez en el lapso de mi vida de casi 90 años, he sentido en lo más profundo y sensible de mi corazón y de mi conciencia la necesidad imperativa de escribir esta carta para todo el pueblo hondureño, sin ningún tipo de excepciones políticas, económicas, raciales o culturales.
El contenido total de esta carta ha sido inspirado en dos aspectos básicos para procurar salir de la penosa y paupérrima situación económica y social en la que actualmente se encuentra la mayor parte de los hondureños. Por cuya razón debemos sentar de una vez y para siempre que el adelanto de los pueblos no se logra si no es con trabajo, honradez y democracia que justamente es lo que más necesitamos los hondureños, tanto en las instituciones privadas como públicas.
No podemos seguir caminando por senderos escabrosos y pestilentes de las dictaduras corruptas y ladrones de nuestra patria, ni de la derecha, ni de la izquierda. Porque está comprobado que ambas sólo defienden sus propios intereses y las de sus clanes familiares.
No podemos seguir siendo manejados, manipulados y vejados por los que se creen los padres de la democracia y dueños de los partidos políticos. Cuando todo el pueblo hondureño debe saber que estas son instituciones de carácter y orden público y que como tales no pueden ser propiedades ni personales, mucho menos de familia que entre ellas se reparten todos los mejores cargos públicos del Estado y que tienen los mejores salarios para disfrutar de ellos, además de todas las granjerías y prebendas propias de dichos cargos públicos.
Lo anterior no tiene otro nombre que no sea nepotismo político interfamiliar. Yo pienso que el tiempo se nos terminó a todos y no sólo el tiempo, sino también la paciencia y la tolerancia.
Quiero en esta oportunidad darles un consejo a los líderes políticos, que se den un baño de vergüenza, carácter, dignidad, honradez y humildad que, de no ser así, la patria con sus nuevas generaciones de hondureños los castigará y nunca escaparán del veredicto insoslayable de la historia.
Por aquellos compatriotas que sean patriotas, es necesario que nos demos cuenta de que la gran mayoría del pueblo hondureño estamos haciendo una piñata de nuestra patria, por acción o por omisión, al que no mata la vaca, le agarra la pata. Y todos los que callan estas cosas, las otorgan; que tiene la misma dosis de culpabilidad que el que calla estas acciones mordaces y delictivas que deben ser castigadas de acuerdo con las leyes vigentes de nuestro país.
Honduras ha sido para estos mercenarios y ladrones consumados del erario público, el país no ha sido otra cosa que una presa más de su cacería y despilfarro de los sagrados bienes del Estado, y si alguien considera que está libre de pecado, que levante la mano para conocer un gesto más de su cinismo avasallador y lleno de vergüenza y de maldad.
La mayoría de los ciudadanos que han llegado a la presidencia de Honduras ha sido para darles paso y forma a la oligarquía y a la corrupción de todo un pueblo que hoy lamenta su desgracia, su pobreza y hasta su ignorancia. Nosotros nos quejamos de la poca calidad ética y moral de los que nos han gobernado por siempre pero ese elemento humano es el producto del subdesarrollo y la ignorancia.
Ya dejemos de lamentarnos. Y trabajemos muy fuerte y honestamente. Y entonces, las nuevas generaciones verán gente con capacidad formativa y criterio de honestidad y honradez. Pero esto sólo se puede lograr con cariño y respeto por la patria y la confraternidad entre todos los hondureños.
Unidos llegamos al pináculo de la gloria, de lo contrario seremos cada día peores, que hoy que ayer y que mañana. Entremos todos en un paréntesis de reflexión y de meditación, entonces seremos diferentes personas útiles a la sociedad, a nuestra familia y a nuestra patria. Seremos la patria grande con la que soñaron nuestros ancestros, nuestros héroes y nuestros mártires.
Hondureños hagamos de nuestra patria el sacrosanto altar de nuestra historia y de nuestra democracia y seremos un país sin cadenas y sin ataduras morales.