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jueves, marzo 28, 2024

‘Botas’, el mono que dejó rastro sobre ‘El Chapo’ Guzmán

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CIUDAD DE MÉXICO, México, -A los pocos meses de ser capturado y recluido en el penal de El Altiplano, Joaquín Guzmán Loera mandó traer a su esposa Emma Coronel Coronel y a sus dos hijas más chicas, unas gemelas, a vivir en una casa próxima a la cárcel, según información de  portal de noticias Televisa.

El capo siempre ha tratado de mantener cercana la relación. Ellas estaban con él el día de su segunda captura en Mazatlán, Sinaloa, y acercarlas de nuevo significaba la posibilidad de que sus reuniones fueran más fáciles y con mayor regularidad.

Las visitas comenzaron. Guzmán Loera y Emma Coronel Coronel tenían encuentros, según declaraciones de otros reclusos, incluso en la celda, pero las más importantes, en las que la autoridad concluye que «El Chapo» planeó su escape, sucedían con sus abogados, especialmente con Óscar Manuel Gómez, detenido y presentado ayer. Tenía en su poder ocho teléfonos. Este abogado es señalado por la autoridad como el principal responsable de orquestar la fuga, presuntamente coordinó a todos los involucrados en el túnel, supervisó su construcción e incluso recibió al capo a su salida.

Tras la fuga, la autoridad comenzó a darle seguimiento y luego al resto del círculo de confianza. El análisis arrojó que hablaban de la Trilladora. En un inicio, los investigadores creyeron que se referían a maquinaria utilizada para el escape, pero luego descubrieron que se trataba de una persona: Manuel Rodolfo Trillo Hernández, el alias derivó del apellido. Trillo Hernández es un empresario poblano crecido repentinamente y está acusado de financiar la fuga. Es dueño de restaurantes, casas de cambio, se le vincula con la cadena The Italian Coffe Company y según la investigación también fue piloto de Guzmán Loera años atrás. Tenía una aeropista en Atlixco, Puebla, su estado.

En los últimos meses operó con cuatro identidades y documentos falsos para realizar movimientos bancarios y compra-venta de bienes inmuebles, entre otros.

Esto permitió su identificación, fue arraigado y derivó en otra captura, todavía más importante, que incluso la DEA anhelaba hacer desde hace mucho tiempo, la de Lázaro Araujo Burgos, conocido como «el Señor de los Túneles», la mente maestra dentro de la organización. Todo pasadizo del Cártel de Sinaloa, fuera para traficar droga a Estados Unidos o para escapar de penales mexicanos era diseñado, supervisado e incluso construido por él. También está detenido y fue consignado.

La investigación continuó y reveló que «el Señor de los túneles» hizo contacto con otra persona: Rigoberto Martínez Dávalos. A él le pidió, a nombre de «El Chapo», comprar el terreno donde se levantó la obra negra y donde desembocó el túnel. Rigoberto Martínez Dávalos llegó a una notaría acompañado del dueño del predio, Calixto Estrada Castillo. Quisieron cerrar el trato en efectivo, pero el licenciado a cargo se negó a dar fe si no existía otro método de pago porque ese iba contra la ley. Entonces decidieron hacer la operación económica por debajo del agua para no dejar registro y la disfrazaron casi de donación.

Las autoridades revisaron la historia de Rigoberto Martínez Dávalos, el comprador, y encontraron que había sido compañero de prisión de Guzmán Loera en el penal de Puente Grande por tráfico de drogas y que quedó en libertad gracias a que en ese entonces el líder del Cartel de Sinaloa de prestó a sus abogados para que lo defendieran. 22 años más tarde Martínez Dávalos tuvo que devolver el favor al capo al comprar el predio y hoy está consignado al igual que el dueño, Calixto Estrada Castillo.

Todos estos movimientos al exterior hicieron posible que la noche del 11 de julio el narcotraficante recorriera el túnel de un kilómetro y medio, montado en una moto adaptada a rieles. Salió del agujero y cambió de método de transporte. Lo esperaba un convoy, subió a un vehículo con rumbo a San Juan del Río, en el estado de Querétaro.

En ese punto estaba otro método de transporte, su favorito, el único que funciona para moverse rápido en la complicada sierra del Triángulo Dorado, el bastión. Eran dos avionetas.

En la investigación consta que en ellas dos pilotos llegaron a San Juan del Río un par de días antes del escape, en ese punto contactaron a los dueños de una pista legal, que normalmente funciona para practicar deportes aéreos. Ofrecieron 200 mil dólares por rentar el espacio. Sólo pidieron discreción para su jefe, a quien pintaron como un empresario.

Esos pilotos eran Héctor Ramón Takashima Valenzuela,  el Cachimba, y Romano Laciani Llanes.

«El  Cachimba» fungió como el negociador principal. Era el hombre de experiencia, el de todas las confianzas de «El Chapo». Gracias a su conocimiento casi perfecto de la sierra era quien lo movía desde que escapó de Puente Grande.
Laciani Llanes, más joven, fue contratado sólo para esa misión.

La noche de la fuga, los dos esperaban en la pista. Repentinamente avisaron a los dueños que se iban y en lugar de los 200 mil dólares prometidos, rebajaron la cantidad a 150 mil pesos.

Era momento de volar. «El Chapo» no arriesgó y se subió con «El Cachimba». Según testimonios, las luces de la pista y las de las avionetas nunca se encendieron para no llamar la atención. La pericia de los pilotos permitió que las naves pudieran despegar así.

Las dos lo hicieron al mismo tiempo: «El Chapo» y  «el Cachimba», rumbo al triángulo dorado y lo hicieron bien. Laciani Llanes rumbo a Culiacán, Sinaloa, como señuelo, pero al aterrizar despistó y su avioneta se descompuso.

Para ayudar con la reparación, entró en escena Julio César Takashima Valenzuela, alias el Gordo, hermano del «el Cachimba», también piloto, pero con más experiencia en la parte mecánica. Por medio de tecnología y rastreo, las autoridades lograron identificar los nexos y los tres fueron capturados.

Pero antes de ser detenido, el «el Cachimba», además de hacer vuelos para dotar de suministros a su jefe, tuvo otra misión: Fue el encargado de llevarle a su esposa Emma Coronel Coronel y a sus gemelas al pueblo Bastantitas de Abajo, en el municipio durangense de Tamazula, donde presuntamente estuvo escondido.

Consta que semanas antes de la fuga ellas habían salido de la casa cercana al Altiplano y partieron a su territorio para estar prevenidas. Cuando se encontraron en la sierra con Guzmán Loera, las niñas le pidieron recuperar de esa casa a su mascota: Botas. Un chango que él mismo les regaló y que fue bautizado igual que el mono que acompaña al personaje de caricatura Dora la Exploradora.

La investigación arroja que para cumplir el deseo, Guzmán Loera movilizó a uno de sus hombres de mayor confianza. A él le encomendó mover lo necesario para recuperar al chango. Supuestamente se intentó tramitar permisos de traslado en vuelo para el animal, pero las veterinarias del Valle de México no accedieron. Botas tuvo que ser trasladado por carretera hasta el noroeste del país.

En el seguimiento al caso, los investigadores un día vieron al chango a bordo de un mustang rojo de lujo perteneciente al  hombre de confianza de Guzmán Loera. Era Édgar Coronel, su cuñado veinteañero, el hermano más querido de Emma Coronel, su esposa. Días después de cumplir con la misión fue detenido en compañía de Héctor Ernesto Carrasco Ruiz.

De acuerdo a la averiguación previa, Édgar Coronel era el enlace de Emma Coronel con la estructura, entró al túnel por Guzmán Loera la noche de la fuga, subieron juntos al convoy y también a la avioneta que voló al triángulo dorado.

En recuento, las siguientes personas están consignadas acusadas de ser parte de la estructura operativa al penal, diseñada para realizar la fuga:
– Óscar Manuel Gómez, el abogado que presuntamente dirigió toda la operación

– Lázaro Araujo Burgos, el ingeniero a cargo del túnel.

– Rigoberto Martínez Dávalos, el comprador del predio.

– Calixto Estrada Castillo, el vendedor del predio.

–  Héctor Ramón Takashima Valenzuela,  «el Cachimba», piloto.

– Romano Laciani Llanes, piloto.

–  Édgar Coronel Asipuro, cuñado de «El Chapo».

Fueron arraigados:
-Manuel Rodolfo Trillo Hernández, el empresario que presuntamente financió la operación.
-Julio César Takashima Valenzuela, «el Gordo», mecánico.

La mención de todos estos nombres no implica culpabilidad. Quienes han sido consignados enfrentarán un juicio para determinar sus responsabilidades.

Las capturas hicieron que la búsqueda para dar con Guzmán Loera se centrara en la zona del triángulo dorado, donde las autoridades mexicanas han realizado operativos en los últimos días. Uno de ellos derivó en la lesión del narcotraficante tras caer en un barranco.

Fuente: Noticieros Televisa

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