Boca-River, el partido del siglo se juega en Argentina

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Se para el país. No es una exageración. Argentina es fútbol. Vive, sufre, grita. Es un planeta redondo. Número cinco. Y Argentina este sábado es BocaRiver. Los dos más grandes, los dos más rivales, los que tienen más de medio territorio repleto de hinchas. Cara a cara como nunca.

En una final de Copa Libertadores inédita. Antes el reglamento obligaba a los equipos del mismo lugar a eliminarse en semifinales. La regla cambió. Con un ingrediente: Conmebol decidió que a partir del año que viene se defina a final única en cancha elegida de antemano, tipo Champions League.

O sea: es la única vez que podrán jugar primero en la Bombonera –a las 17 de la Argentina- y después en el Monumental –el sábado 24 al mismo horario-. El honor, la cargada, parte de la rica historia, está en juego en los 180 minutos más relevantes del fútbol de la tierra de Messi.

Hace rato que no hay más entradas aunque se han pagado fortuna por ellas. No habrá gente en las calles. No habrá tiempo para ver gente en los centros comerciales. 50 mil personas en la cancha y casi todo el resto sufriendo y disfrutando frente al televisor. Como si fuera la final de una Mundial.

Al punto que Fox Sports, que televisa en exclusiva el partido, lo definió como La Final del Mundo. Ya se percibe el nervio hace días. No hay programa de televisión que no hable de esto. Hasta hay temor con la gente que sufre del corazón y consejo de los médicos casi en cadena nacional.

Puede parecer una exageración. Pero la pasión del hincha argentino es así. Inexplicable, definió la Federación del Fútbol Argentino (AFA). Y así es. Sólo se puede explicar conociendo el gen argentino.

Las canchas ayudan. Son monumentos. El propio Leo quedó maravillado cuando debutó con la Selección Argentina en la mítica Bombonera. Allí donde brilló Diego Armando Maradona antes de volar al Barcelona. El mismo lugar donde hizo estatua Juan Román Riquelme. Donde lloró Martín Palermo.

El banco donde Carlos Bianchi se transformó en Dios para los hinchas. Con la misma tribuna que patentó la frase que la cancha no tiembla, late. Hay miles de turistas –y de futbolistas profesionales- que van a sacarle la foto a ese patrimonio cultural del fútbol argentino. Parte de esa historia sale a la cancha.

Contra Marcelo Gallardo, el entrenador más importante de River. Y cientos de monstruos que dejaron su huella en este clásico. El Beto Alonso, el de los goles con la inusual pelota naranja. Enzo Francescoli, el Príncipe eterno que hoy es manager. O el Burrito Ortega, que tiró varias de sus mejores gambetas en ese lugar.

Hay mucho más en juego que la Copa más importante. Sin dudas, el héroe de estos dos partidos se meterá en esa galería de jugadores inolvidables. Este partido es la gloria o el destierro futbolístico.

Lamentablemente no tiene término medio: poster o papel reciclable. Porque así se vive en esta tierra exagerada, donde por 180 minutos queda en ‘stand by’ la crisis económica, los problemas de todos los días, y define el humor ganar el partido del siglo