Redacción. Con el alma rota y el temor en su corazón, la madre y esposa de los dos hombres asesinados en Las Crucitas, Siguatepeque, compartió su dolorosa experiencia tras la balacera que acabó con la vida de su esposo Nilson Orlando Enamorado Portillo, de 39 años, y su hijo Josué Enamorado, de 16 años.
A través de noticieros Hoy Mismo, la dolida mujer relató cómo su hijo solía regresar del trabajo, diciéndole siempre: “mami, ya vine”, una frase que ahora recuerda con dolor y vacío.
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Una trágica noche
La noche de la tragedia, alrededor de las 7:30 p.m., el sonido de los disparos la obligó a salir corriendo en busca de ayuda. “Me fui descalza a la calle, y cuando volví, vi a mi niño tirado, a mi suegra tirada, y a mi viejo también en el suelo”, contó entre lágrimas.
El ataque dejó a la mujer no solo con el corazón destrozado, sino también con el miedo por su seguridad y la de sus seres queridos. Pese a que su esposo y su hijo eran personas tranquilas y trabajadoras, dedicadas al corte de café, la violencia los alcanzó en un acto cruel e inexplicable. La mujer, visiblemente afectada, pidió ayuda: “Necesito seguridad en mi casa, para velar a mi hijo y a mi viejo, y cuando los lleve al cementerio”.
Además, compartió la delicada situación de su suegra, quien lucha por su vida tras recibir disparos, sin muchas esperanzas de su recuperación. “Le pido a Dios que me dejen a mi viejita, ya me quitaron a mi viejo y a mi hijo”, clamó, mientras solicitaba justicia. «Aquí ya no se puede vivir», exclamó.
Con el corazón quebrado, esta mujer pide justicia y seguridad, no solo para ella y su hija, sino para quienes viven bajo amenazas de violencia.
