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domingo, abril 28, 2024

Año viejo

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2015 ha llegado a su fin como Año Viejo, pero que no dejó cosas muy buenas, excepto para quienes disfrutan las mieles del poder, en este caso del poder absoluto.

El balance general es de aumento de la pobreza y de la desigualdad, de estancamiento económico, desinversión, crecimiento del  desempleo, multiplicación de la violencia y la criminalidad, militarización extensiva, abuso de poder y persistencia de la corrupción e impunidad estructurales.

Un catálogo dramático que configura nuestra realidad de país, de Estado fallido y de Sociedad en fase de disolución, todo ello enmarcado en la pérdida de la institucionalidad, la ausencia de la legitimidad constitucional y el desplome de la identidad y la soberanía nacionales.

Este año que hoy termina ha registrado la culminación de un proceso destructivo del precario pero ascendente desarrollo democrático iniciado en 1982. Proceso regresivo provocado con el golpe de Estado 28-J de 2009 para imponer definitivamente un régimen totalitario, fascista, que se corresponde con la remilitarización del Estado y la Sociedad y con el colonialismo neoliberal.

2015, primer año de la administración Hernández Alvarado y quinto año de gobierno del Partido Nacional “hecho poder”, es el hito maestro del continuismo dictatorial, por la vía fraudulenta de una reelección presidencial programada para solidificar el régimen neocolonial.

Para alcanzar esa meta el PN “hecho poder”, bajo el liderazgo del ciudadano presidente Juan Orlando Hernández, cuenta con la complicidad de la cúpula encubierta del Partido Liberal (PL) y su grupo de diputados confabulados, que, a contracorriente de la Historia, desconocen los principios, la doctrina y la voluntad infatigable del liberalismo hondureño.

La dictadura cuenta también, en su afán continuista, con el aconchabamiento de los medios de comunicación formales, todos partícipes del sistema neoliberal, en línea con lo que podríamos considerar la internacional de la comunicación de ultraderecha, que incluye a escala global la manipulación informativa, la falacia estadística, y, por supuesto, el terrorismo comunicacional.

Esa realidad espantosa, de la que el pueblo hondureño es inevitablemente la víctima directa, no escapa a la indignación nacional manifestada en las calles de todas las ciudades y comunidades del país. Esa indignación nacional significa, al menos en principio, la otra cara –la cara promisoria—del momento histórico que, convenientemente articulada a través de los partidos de oposición en conjunto, habrá de dar la batalla por la salvación de Honduras, Patria nuestra.

 

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