REDACCIÓN. A sus 28 años, Andrea Pineda ha demostrado que el liderazgo no se mide por la edad, sino por el compromiso y la convicción con la que se defienden las causas justas. Reconocida este 2025 en la prestigiosa lista Forbes 30 Under 30 en la categoría Impacto Social, Pineda es una activista social hondureña que ha dedicado su vida a la defensa de los derechos humanos de los pueblos indígenas, campesinos, así como de la tierra y los bienes naturales comunes.

Actualmente dirige la Dirección para la Protección de Personas Desplazadas Internamente por Violencia, un cargo que asume tras su experiencia como subdirectora del Mecanismo para la Protección de Defensores de Derechos Humanos. Su formación académica, que incluye un máster en Derechos Humanos y Protección, respalda un trabajo que ha trascendido lo institucional para convertirse en un compromiso personal y colectivo.

Un reconocimiento inesperado
Andrea recuerda con una sonrisa el momento en que se enteró de que estaba en la lista de Forbes. “Fue una historia súper chistosa. Estaba en reunión con mi equipo y alguien tocó la puerta para felicitarme. Yo no entendía nada hasta que entré a la página de Forbes. Ahí fue cuando comencé a contestar los mensajes. No me lo esperaba”, cuenta.

Más allá de la sorpresa inicial, para ella este reconocimiento es, sobre todo, un llamado a seguir trabajando. “No es solo mío, es de las compañeras y compañeros con los que he aprendido en el camino. No fue la universidad quien me formó, fueron los territorios, las realidades fuera de la burbuja. Es un honor, pero también una responsabilidad de continuar fortaleciendo la idea de que un mundo más justo y humano es posible”.
Los desafíos de ser mujer joven en espacios dominados por hombres
En su trayectoria, Andrea ha tenido que abrirse paso en espacios de toma de decisiones que históricamente han estado ocupados por hombres o por personas de mayor edad. “Ahora dirijo una dirección siendo joven, y antes estuve en el Movimiento Nacional de Protección a Defensores Humanos, un espacio donde participan organismos del Estado, policía, militares… y como mujer joven, es un reto”, señala.
Para ella, ocupar un cargo de liderazgo no es solo una meta personal, sino una oportunidad para abrir puertas a otras mujeres. “Creo que es tiempo de que las mujeres jóvenes comencemos a tener estos espacios y a reivindicarlos como nuestros. Aunque tengamos una presidenta mujer en Honduras, todavía hay mucho por hacer para que las mujeres no tengan que pelear por un lugar, sino que lo ocupen como algo natural”.

Defender derechos en un contexto de violencia y desplazamiento
La labor de Andrea se ha enfocado en atender y visibilizar problemáticas que muchas veces permanecen fuera de la conversación pública. Uno de estos temas es el desplazamiento forzado por violencia, que en Honduras ha afectado a comunidades enteras.
“En 2022 se aprobó la Ley para la Protección de Personas Desplazadas Internamente por Violencia, reconociendo un fenómeno que no es nuevo, pero que antes estaba invisibilizado”, explica. Esta ley busca proteger a quienes han tenido que abandonar sus hogares por amenazas, violencia criminal o proyectos extractivos como la minería y la construcción de represas.
Para Andrea, es fundamental que estos procesos se construyan desde una perspectiva humana. “Migrar es un derecho humano. Las leyes son importantes, pero lo esencial es que quienes las implementamos seamos personas humanas y conscientes de que el problema de alguien más también es nuestro problema”.

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El mayor desafío: reconocer el privilegio y salir de la burbuja
Cuando se le pregunta cuál ha sido el reto más grande en su trayectoria, Andrea responde sin dudar: visibilizar el privilegio. “Yo no vengo de una familia reconocida ni de un apellido influyente, pero sí tuve ciertos privilegios que otros no tienen. Al trabajar con comunidades indígenas y campesinas, comprendí que era necesario contrarrestar esos privilegios y mirar otras realidades que necesitan cambios profundos”.
Este proceso, explica, ha sido una constante de aprendizaje y humildad. “En la universidad donde estudié Derecho, casi nadie se interesaba en derechos humanos o en derechos indígenas. Salir de ese círculo y entrar en contacto con las luchas territoriales me dio otra visión del mundo”.

Reconocimientos que no cambian el propósito
Aunque su nombre ahora figura en una de las listas más prestigiosas para jóvenes líderes, Andrea insiste en que su trabajo y su propósito no han cambiado. “Lo vi como un reconocimiento, pero también como un cable a tierra. Hay que seguir haciendo lo que vengo haciendo desde hace siete años. Claro que mi familia y amigos estaban emocionados, pero más que todo, lo importante es que podamos usar este reconocimiento para abrir más espacios a otras mujeres y jóvenes que están haciendo cambios en sus comunidades”.
Un mensaje a la juventud hondureña
A los jóvenes que sienten el llamado de trabajar por la justicia social, Andrea les deja un mensaje claro: “La justicia social tiene que ser el eje de nuestras vidas. Hay que ver las realidades desde lo colectivo, no desde lo individual. Eso es lo que nos mueve a todos”.
Recuerda que esta enseñanza la aprendió de las comunidades que han resistido históricamente: “He conocido familias que han perdido a sus padres o madres en defensa de sus territorios y ríos. Ellos me enseñaron que un mundo más humano y sensible es posible. Les diría a los jóvenes que no esperen a que se les abran las puertas, que comiencen a construir los espacios que necesitan”.