Para el director del Banco Mundial (BM) para la región centroamericana, Humberto López, la solución del desarrollo económico en nuestros países es tener suficiente ambición.
“Centroamérica tendría que tener la ambición de tener tasas de crecimiento mucho más altas”, dice este funcionario internacional, y, de acuerdo con los buenos resultados de este año, cabe “ser optimistas” al respecto.
Faltó que dijera, como se acostumbra en nuestro medio, que también es requisito para asegurar el futuro promisorio tener fe en el socorro del buen Dios, ya que optimismo y fe andan cogidos de la mano. Dentro de tal lógica, también la manipulación estadística es otro componente de este iluso cóctel sicológico.
Según el análisis, América Central está en una excelente situación si se la compara con el resto de Latinoamérica –especialmente América del Sur—cuyas tasas de crecimiento van de cero a negativas, en parte por estar vinculadas a la desaceleración económica de China y a la caída de los precios de las materias primas.
En cambio, se insiste en que, por ejemplo, que Costa Rica, Honduras y Guatemala crecerán este año 3,5%, Nicaragua 5%, El Salvador 2,5% y Panamá 6%, gracias a la cercanía de la recuperación estadounidense. El Salvador ha crecido menos porque la criminalidad y la violencia “afectan negativamente el clima de inversiones”.
El milagro hondureño torna a ser más asombroso porque no le ha afectado el elevado y progresivo aumento de la criminalidad y la violencia (afortunadamente por la excelente política de seguridad nacional), como tampoco el hundimiento de los precios del café, del aceite de palma, del camarón, del azúcar, ni por el alto índice del crecimiento demográfico (2,7), que en cualquier otro país reduciría a cero o a menos cero el crecimiento económico.
Pero es al contrario. Se estima que la economía catracha subirá en 2016 a 4% o más, independientemente del cierre masivo de medianas, pequeñas y micro empresas y del dramático costo del servicio de la deuda externa que consume algo más del 16% de la recaudación fiscal, esta última mermada, a su vez, por la desaparición de empresas, el alejamiento de la inversión y el incordio del desempleo.
Sin embargo, a propósito del desempleo, no hay que tomarlo de manera trágica. El optimismo, la ambición de que, como lo plantea el ciudadano presidente Juan Orlando Hernández, Honduras se convertirá en el principal enclave del desarrollo a nivel continental, nos dará a los hondureños, y, ¿por qué no?, al resto del subcontinente latinoamericano un avance espectacular, aun cuando los recursos naturales queden totalmente en posesión de las corporaciones transnacionales, y eso se traduzca en mayor miseria y desigualdad de los pueblos sometidos.
