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jueves, abril 25, 2024

A propósito del papa Francisco

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Joaquín Baldemar Alvarado

El papa Francisco ha visitado tierras americanas, ha pernoctado durante 3 días en Cuba, visitando La Habana, Holguin y Santiago de Cuba. Fue recibido como al estadista del Vaticano, como al Benemérito de la Iglesia católica y como al hermano latinoamericano.

Otros lo vemos como el intérprete circunstancial valedero para imprimirle otro rumbo a la Iglesia católica, hoy día salpicada por conductas individuales de prelados que no hacen honor, tampoco gloria, a los enunciados legítimos de Jesucristo.

Admiramos al papa Francisco, quien no tiene reservas cuando denuncia que el flagelo de la corrupción es uno de los obstáculos más graves para el desarrollo de un país. Es uno de los males que se han vuelto habituales tanto en las instituciones públicas, empresariales y religiosas. Tal flagelo es un proceso de muerte, como lo ha dicho el Papa, pues propicia relaciones deshumanizadoras y termina por afectar el porvenir de los más pobres de una sociedad. En palabras de Francisco: «El corrupto no puede aceptar la crítica, descalifica a quien la hace, busca disminuir cualquier autoridad moral que pueda cuestionarlo, incluso ataca con insultos a todo el que piense diferente y si puede lo persigue hasta estigmatizarlo».

También la corrupción es uno de los signos que revelan el estado de salud de las personas, de la sociedad y de la vida institucional de un país. El vicio de la corrupción no se trata de un flagelo exclusivo de la sociedad moderna. Ya Juan el Bautista criticaba el sistema político de su época con la metáfora «raza de víboras» (Mt. 23, 33) y comparaba a sus líderes políticos y religiosos  como una «cueva de ladrones» (Mt 21, 13). El entendió con toda claridad que quien roba y miente le quita el pan, el futuro, al pobre y toma al otro en dependiente, porque ha convertido al «dinero» en su ídolo (Lc 16, 13), olvidando así la impotencia del otro, quien ha de ser su «hermano».

Como nos recordaba la Hermana Teresa de Calcuta» el mayor mal es la indiferencia hacia nuestro vecino que vive al lado, asaltado por la explotación, la corrupción, la pobreza y la enfermedad.

Lo que sucede actualmente en Honduras no es ni más ni menos una copia con signos más dramáticos de corrupción, donde hay un poder judicial obediente y servil con el Ejecutivo, un Congreso Nacional que no hace más que tramitar o legislar los antojos y caprichos de una oligarquía representada por Juan Orlando Hernández y su corte que ha hecho y deshecho con la mitad del país en cuanto a sus recursos naturales, ríos, bosques, minas y otros recursos.

Pregunto: esos pesos y contrapesos económicos  sociales y desiguales que vive la sociedad hondureña son balanceados, como para no generar descontento e insatisfacción en la ciudadanía?
Que puede generar un gobernante que ve con menosprecio el dolor y la miseria del pueblo? Un gobernante que tolera el atropello, el robo, el saqueo y la corrupción, puede generar un clima de bienestar? Qué puede esperar del pueblo un gobernante que hace alarde de su comodidad, que sonríe ante los cuadros de miseria y habla de una «vida mejor».

Sabias enseñanzas las que nos da el papa Francisco que pareciera fueran dichas para nuestras autoridades. Tendrán capacidad de reflexionar?

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