Hace 240 años nació la economía más fuerte del Mundo

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ALAI/Fernando Del Corro/Las 13 colonias que en América del Norte lograron independizarse del Reino Unido el 4 de julio de 1776 fueron el origen del país que, desde 1896, figura como la principal potencia económica del mundo, luego de que la nueva nación identificada como Estados Unidos de América lograra avanzar hacia el Océano Pacífico después de derrotar a España (1898) apoderándose de Puerto Rico y Filipinas, y de hecho de Cuba.

Además, Estados Unidos adquirió territorios a países europeos, incluyendo Alaska a Rusia, y se convirtió en una economía bicontinental con las islas Hawaii, aquellas que siendo el Reino de Sandwich, en 1818, fueran el primer país del mundo que reconociese la independencia argentina.

La historia indica que después de varios días de debate en un Congreso celebrado en la ciudad de Filadelfia, el 4 de julio de 1776 trece de las colonias que el hoy Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte (RU) controlaba en el norte del continente americano resolvieron declarar su independencia y sancionar la primera constitución de los Estados modernos, sólo con los antecedentes de la islandesa del Siglo X y la iroquesa del XII, amén de varios proyectos que no se concretaron.

Las trece colonias fundacionales, que hoy forman parte de los 50 estados al irse agregando 37 a lo largo de 240 años, fueron Carolina del Norte, Carolina del Sur, Connecticut, Delaware (actualmente un paraíso fiscal), Georgia, Maryland (una de las donantes de su territorio para crear el Distrito de Columbia, en homenaje a Cristóbal Colón, con Washington como capital nacional), Massachusetts, Nueva Hampshire (donde se firmaron los acuerdos financieros de Bretton Woods en 1944), Nueva Jersey, Nueva York, Pensilvania, Rhode Island y Virginia (la que donó la mayor parte del actual Distrito de Columbia).

Entre los 55 congresistas que participaron en el cónclave celebrado en la capital de Pensilvania, del cual surgió la creación de los Estados Unidos de América, dos de ellos luego fueron electos presidentes: John Quincy Adams (Virginia, verdadero creador de la llamada “Doctrina Monroe”, “América para los americanos”, en el marco de la confrontación con Rusia cuando los zares colonizaron Alaska y pretendieron seguir avanzando hacia el sur) y Thomas Jefferson (Virginia, el alma mater de la Constitución).

No faltaron otros notables pensadores y hombres de talento, como Benjamín Franklin (Pensilvania, inventor del pararrayos y el gran impulsor de la industria gráfica estadounidense) y Samuel Huntington (Connecticut, quien presidió las sesiones el día de la Declaración de la Independencia por lo que algunos lo consideran el primer presidente constitucional y antepasado del politólogo Samuel Phillips Huntington).

Resulta importante como Jefferson y Franklin, principales impulsores del texto constitucional, se inspiraron en los 117 artículos de la constitución de la Confederación Iroquesa del Siglo XII (la segunda que se conoce luego de la islandesa del Siglo X) con sus características de un gobierno global que representara al conjunto de sus integrantes (los iroqueses originalmente eran Cinco Nacionales a la que luego se sumó una más).

De acuerdo con la constitución de la Confederación Iroquesa, sus autoridades estaban impedidas de accionar contra sus críticos, algo que luego agregó la Corte Suprema estadounidense.

Los iroqueses eran varias etnias preexistentes a la conquista británica del territorio norteamericano que ocupaban la costa atlántica desde los grandes lagos hasta más al sur de la actual Nueva York y tenían una especie de Corte Suprema, integrada por mujeres que se llamaba Consejo de Mujeres, y también eran mujeres quienes tenían a su cargo el manejo de la economía de estas antiguas naciones.

La Independencia fue el resultado de una prolongada guerra entre 1775 y 1783, concluída con el Tratado de París de 1783, cuando el RU aceptó la derrota. Los independentistas tuvieron apoyo de los franceses, cuyas tropas, al mando del marqués de La Fayette, combatieron junto con los colonos del mismo modo que, durante la Revolución Francesa de 1789, lo hizo el gran intelectual Thomas Paine, otro de los padres fundadores de los Estados Unidos, al punto de que, cuando ni siquiera hablaba francés, fue electo convencional en 1792.

Para 1776, cuando la declaración de la Independencia, menos de cuatro meses después de que el escocés Adam Smith presentara su célebre obra “La riqueza de las naciones”, las trece colonias que dieron vida a los Estados Unidos de América ya constituían un país desarrollado, con una importante industria que incluía manufacturas estratégicas como embarcaciones, y con economías superavitarias, al punto de que todas ellas aportaron para financiar en 1783 la edificación de la ciudad de Washington, así llamada luego en homenaje al jefe de la guerra independentista, el general George Washington, quién con el tiempo tuvo entre sus sucesores al mencionado John  Quincy Adams.

El Reino Unido retuvo las colonias situadas al norte, que hoy conforman el estado de Canadá, país que mantuvo un importante y prolongado conflicto económico con sus vecinos independizados, y de acelerado crecimiento. Por ejemplo, se prohibió la construcción de líneas férreas en el sentido norte-sur para evitar todo contacto.
Además, logró la sanción internacional de la “Doctrina de las Bahías Interiores”, elaborada por el argentino Luis María Drago, para evitar que los buques pesqueros estadounidenses pudieran acercarse a las costas canadienses que desde 1479, trece años antes de la llegada de Cristóbal Colón al Caribe, ya eran utilizadas para la captura de bacalao por la flota del galés Richard Amerike, el más probable epónimo del continente.

Los Estados Unidos crecieron aceleradamente y en 1812, con la ayuda de la pirata República de Barataria, encabezada por el francés Jean Laffite, derrotaron el intento de recolonización del Reino Unido y desde allí lograron tener una influencia decisiva en la región, que los llevó a ocupar la mitad del viejo territorio de México (un millón de kilómetros cuadrados).

 

 – Fernando Del Corro es periodista, historiador, docente en la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Buenos Aires.