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jueves, abril 18, 2024

Opinión de Rodolfo Pastor : Miseria, Corrupción, y Fraude o ¡lo bueno debe seguir!

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Por Rodolfo Pastor Fasquelle. -Los voceros del Partido Nacional tienen una línea congruente. Ellos son la continuidad de la actual mejora de la condición del hondureño. Quieren continuarla para rematar su buena labor.

Pero la inteligencia -dice un sabio aforisma fundamentado además en estudios académicos- es la capacidad para conectar las cosas que aparecen ante nuestros ojos en forma espacialmente dispersa y discontinua en el tiempo.

Y la verdadera, en todo caso la única real pedagogía consiste en mostrar esas conexiones, y conseguir que tu alumno logre -por sí mismo- conectar los puntos con una línea, que dibuja lo real. Solo podemos incidir si le enseñamos a nuestra gente a pensar, a contradecir, a conectar, y a relacionar.

Trascendiendo del chisme. En Honduras es importante en este justo momento conectar la evidencia empírica que muestra cómo, -aunque el régimen quiso valerse de un cambio en la forma en que se mide la pobreza para argumentar que la habría reducido- cuando ponemos las cifras en el orden comparativo y seriado CEPAL muestra que la situación se ha deteriorado.

Tanto que hoy estamos a punto de derrotar a Haití, el peor país americano en pobreza y miseria, y que. Después del cambio en la forma medición, seguimos teniendo cifras africanas de pobreza.

Y no solo los pobres están peor hoy que antes, que hace un año o varios, porque -según publica hoy el Foro Económico Mundial- también la economía mercantil del país ha bajado una decena de puntos en el Índice de competitividad global, de 88 a 96 de 140.

Eso a su vez hay que conectarlo con las declaraciones que resultaron tan incomodas como polémicas de F. Jiménez Mayor de la Misión de la OEA, haciendo simplemente ver, para quienes todavía tienen ojos para ver que, dentro de la región, Honduras es el país más atrasado en combate a la corrupción y en donde los corruptos disfrutan mayor impunidad. Duele, porque es verdad y aunque frente a la obvia evidencia, alegan el mérito de extraditar.

Y esas cosas, el agravamiento de la pobreza, certificado por CEPAL, la disminución de la competitividad de la economía que certifica el Foro Mundial y la denuncia de una mayor corrupción aquí por parte del Jefe de una Misión internacional en Honduras -que mejor conoce el problema. Hay que conectar esas con otras dos noticias importantes.

Por un lado, la denuncia del fraude masivo que justamente es lo que se planifica acaparando el control institucional, adulterando el censo y manteniendo el mecanismo del conteo final en manos políticas. Como viene de denunciar Nasralla en Washington. Porque esas cosas van juntas.

Y, asimismo, el llamado de una asociación de sociedad civil, más bien considerada por muchos colaboracionistas como es la ASJ, por medio de su vocero Omar Rivera… urgiendo una colaboración interinstitucional de los organismos del estado encargados (TSE, TSC, Fiscalía, y nueva instancia para la Política Limpia) que no se deben quedar solos en esa tarea, para sacar de las nóminas electorales a los bandidos.

Para estorbar que figuras señaladas por su conexión con un financiamiento sucio y en especial del crimen organizado y de la corrupción, puedan optar a cargos de elección popular que después les van a dar más impunidad, valiéndose de la miseria conveniente que les permite granjearse votos con dadivas y engaños primarios.

Quizás la peor de todas las corrupciones es el tráfico que se hace con la conciencia del ciudadano demasiado humilde para darse cuenta, demasiado ignorante para entender la indigna traición de venderse, para entender el delito de vender su voto en la urna. Y debería criminalizarse al corruptor que paga por pecar.

La miseria en Honduras sigue alimentando un flujo -solo raleado por la persecución de migración ilegal- que nos coloca en conflicto con nuestros socios en el exterior y a la vez nos drena recursos humanos que necesita el desarrollo del país. Y esa miseria no se puede remediar con la limosna internacional. Se corregirá cuando tengamos buen gobierno responsable.

Habrá tal cosa cuando saquemos la corrupción de la lógica interna del sistema. Tenemos una oportunidad real de prevalecer en los próximos días, meses.
La lucha contra la corrupción en Honduras tiene que profundizarse para llegar hasta las raíces de su sistema, debe de trascender, desde la burocracia hasta las fuentes de la corrupción en el crimen organizado y la empresa perversa, especialmente de la comunicación y la energía.

Para operativizar el combate democrático contra la corrupción, para que ese combate sirva para democratizar la conducción de los asuntos públicos (que entonces entenderá su compromiso de redimir al pueblo más vulnerable como una obligación para sanearse a sí, para garantizar sus instituciones) hay que poner al sistema electoral al otro lado de la manipulación y la burla y a salvo de la trampa cínica.

De nada serviría que las instituciones producto de ese sistema empezaran, más allá de la Maccih, a sincronizarse para sanear la nómina si -de todas formas- para ser electo, solo te hace falta borrar o esconder las huellas del delito electoral.

En una democracia decente la voluntad del pueblo debería ser sacrosanta. Nadie debería atreverse a jugar con los escrutinios, a inflar o inventar votos de migrantes, viajeros o difuntos. Nadie debería osar manipular el conteo de las marcas. A comprar un voto. O dejar de contar una marca. En cualquiera de las instancias electorales, en la primaria, en las elecciones internas, así como en las generales, porque cuando se permite, en las instancias anteriores, lo que llega al final a la nómina es basura.

El delito electoral debería de ser deshabilitante y condenarse con la más severa de las penas. (Uds. creen que los actuales legisladores, muchos productos de ese sistema, que le tienen miedo a la manifestación de la gente, pero no tienen ningún respeto por la ley electoral que los produjo, ¿van a criminalizar al fraude?) Yo no. Ni acepto ni espero nada de ellos.
Y entonces, en ese contexto y no solo en el electoral inmediato, habrá que plantear la lucha contra el fraude electoral como una guerra contra la corrupción, absolutamente indispensable para producir gobiernos decentes, comprometidos con la redención del pueblo, estados capaces de sacarnos de la miseria. Y entonces ¿cuál continuidad es buena?

Es hora de cambiar. ¿Cómo? ¿Quién representa el cambio? ¿A quién hay que cambiar, JOH?

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