Entregan prestigioso Premio OHTLI a Directora del Museo de Antropología

El premio es otorgado a mexicanos ejemplares en el extranjero.

0
1666

SAN PEDRO SULA.- Por primera vez en Honduras, la embajada mexicana entrega el premio Ohtli.

Ohtli es una palabra náhuatl que significa camino.

La galardonada fue Teresa de Maria Campos de Pastor, la simpática Directora del Museo de Antropología e Historia de San Pedro Sula.

El premio Ohtli es otorgado a mexicanos que se hayan distinguido por su trabajo durante muchos años en beneficio de la comunidad de origen mexicano en el extranjero, en cualquier ámbito del quehacer humano.

El premio fue entregado por Omar Hurtado, el cónsul de la embajada de México en San Pedro Sula. Autoridades de la ciudad, la comunidad mexicana de la zona norte, miembros del Cuerpo Consular Sampedrano  e invitados especiales fueron parte de la ceremonia.

A continuación, Tiempo Digital comparte el discurso brindado por Teresa de María Campos de Pastor, o simplemente «Teresita», como le conocen muchos sampedranos:

premio ohtli

Nací y crecí en la Ciudad de México, dentro de una familia de intelectuales, artistas e investigadores que siempre se han interesado por las tradiciones y costumbres de su pueblo. Desde mi temprana juventud tuve la oportunidad de viajar y conocer muchos lugares, cada uno con características particulares.

Gracias a la Antropología pude descubrir la inmensa creatividad de los seres humanos, su habilidad para adaptarse a los ambientes más diversos, creando maravillas en selvas y desiertos, en costas y montañas, en ambientes calurosos y zonas congeladas.

A pesar de tanta belleza y diversidad de oportunidades, nunca pensé vivir fuera de mi tierra natal. También México es un país lleno de encanto. Era impensable estar lejos de mi gente, mi queridísima madre, hermanos, amigos, maestros, lejos de todo aquello a lo que estaba acostumbrada. Después de un viaje extraordinario era igual de fascinante volver a mi querencia a compartir experiencias con los míos.

Fueron los amores los que me trajeron a Honduras, que ha acabado siendo mi segunda patria. Me enamoré no solamente de un hombre, luego de irlo conociendo me enamoré del país, de sus bosques siempre verdes y generosos. Me encanté, como con un cuento de hadas, con los relatos de los campesinos tratando de comprender y manejar su mundo, un mundo increíblemente mágico y al mismo tiempo plenamente real. Con esa genta sencilla he disfrutado la vida del monte, el atol agrio, el café de palo en huacal, los frijoles colorados recién salidos de sus vainas, las noches en una hamaca, los baños en la quebrada.

Por varios años disfruté de esa vida del campo, en familia, criando a mis tres queridísimos hijos, Camila, Rodolfo y Jerónimo. En ese tiempo se definieron mis intereses por las investigaciones más importantes que he realizado, algunas de las cuales publiqué, compartiendo con mi madre, con quien tuve una marcada afinidad.

A principios de los años 90 fui invitada por Doña Daisy Fasquelle, hermana de mi suegra, a participar en la creación del Museo de Antropología e Historia de San Pedro Sula. Colaboré con la remodelación del edificio y me encargué del diseño de la museografía. Nunca pensé llegar a ser la directora ni, dadas mis inquietudes, estar al frente de la institución por mucho tiempo. Sin embargo, el museo me atrapó. Durante más de 25 años he trabajado con amor y pasión, pero también con esfuerzo y disciplina, haciendo frente a numerosos retos, con la intención de rescatar y explicar el patrimonio de un valle rico en historia y obras de arte, para que estas riquezas se conozcan, se aprecien y por tanto se conserven. Me da infinito gusto cuando los visitantes recorren las salas sorprendidos, emocionados, aunque también veo la necesidad de educar a quienes no llegan, porque los museos les parecen aburridos, y a los que no entienden y se asombran al ver que guardamos con tanto cuidado un montón de cosas viejas y rotas.

A través del museo he intentado estrechar alianzas entre nuestros países. México y Honduras tienen un pasado y una herencia común, con fronteras políticas que débilmente intentan separarnos.

México se ha preocupado siempre por su cultura y es más que reconocido por sus excelentes museos. Ahí me eduque y ahí

mantengo mis raíces. En el trabajo que realizo se combinan perfectamente mis experiencias como antropóloga y como maestra en artes plásticas. He dicho en otras ocasiones que si en Mexico están mis raices en Honduras me ha tocado producir flores y frutos, gracias a la educación que recibí.

Con el apoyo de algunos Embajadores y especialmente con el de todos los Cónsules que han sido asignados a San Pedro Sula, hemos realizado numerosas y diversas actividades entre las que destaca el tradicional Altar de Muertos.

Esta noche el gobierno mexicano, a través de nuestro querido cónsul Don Omar Hurtado, me otrorga un reconocimiento que recibo con emoción y con gratitud. Agradezco a los que me propusieron y a los que decidieron dármelo. El premio Ohtli simboliza un camino bien recorrido, que para mí, ha sido uno de ir y venir.

Comparto el premio con todos aquellos que durante años han trabajado para que el museo sea un éxito, porque una obra de tal magnitud no es mérito de una sola persona. Lo hago extensivo a mi familia, a los amigos y especialmente a las mexicanitas de la costa norte, con quienes comparto muchas otras experiencias, así como la maña de cargar siempre en la bolsa una latita de vick vaporrub, refrescarme con agua de colonia Sanborns y echarle chile a prácticamente todo lo que comemos.

Tal parece que sin querer queriendo he logrado dejar huella en este qualli ohtli, este buen camino que el destino me marcó.