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miércoles, abril 24, 2024

Opinión de Filiberto Guevara: La justicia de Dios, su bondad, y la envidia en los humanos

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Filiberto Guevara Juárez, médico y escritor.
Filiberto Guevara Juárez, médico y escritor.

Estimada persona que lee el presente artículo de opinión pública, quizás su título le parezca muy poco común, no obstante, tiene que ver mucho con la bellísima parábola de nuestro Señor Jesucristo: Los trabajadores de la viña. Así pues, para su mejor comprensión, los invito a que lean toda la parábola, para que, con la ayuda del Espíritu Santo, nos aproximemos un poco más a la comprensión del texto bíblico:

«En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos esta parábola: El Reino de los Cielos se parece a un propietario que al amanecer salió a contratar jornaleros para su viña. Después de ajustarse con ellos en un denario por jornada, los mandó a la viña. Salió otra vez a media mañana, vio a otros que estaban en la plaza sin trabajo, y les dijo: ‘Id también vosotros a mi viña, y os pagaré lo debido’. Ellos fueron. Salió de nuevo hacia mediodía y a media tarde e hizo lo mismo. Salió al caer la tarde y encontró a otros, parados, y les dijo: ‘¿Cómo es que estáis aquí el día entero sin trabajar? ¿Le respondieron: ‘Nadie nos ha contratado.’ Él les dijo: ‘Id también vosotros a mi viña.’ Cuando oscureció, el dueño de la viña dijo al capataz: ‘Llama a los jornaleros y págales el jornal, empezando por los últimos y acabando por los primeros.’ Vinieron los del atardecer y recibieron un denario cada uno. Cuando llegaron los primeros, pensaban que recibirían más, pero ellos también recibieron un denario cada uno. Entonces se pusieron a protestar contra el amo: ‘Estos últimos han trabajado solo una hora, y los has tratado igual que a nosotros, que hemos aguantado el peso del día y el bochorno.’ Él replicó a uno de ellos: ‘Amigo, no te hago ninguna injusticia. ¿No nos ajustamos en un denario? Toma lo tuyo y vete. Quiero darle a este último igual que a ti. ¿Es que no tengo libertad para hacer lo que quiera en mis asuntos? ¿O vas a tener tú envidia porque yo soy bueno?’ Así, los últimos serán los primeros y los primeros los últimos.» (San Mateo 20:1-16).

Resulta que, el Señor dueño de la viña (Dios), en un mismo día, contrata verbalmente para ir a trabajar en su viña, a jornaleros, en cinco tiempos: en la mañana, al despuntar el día, a media mañana, al mediodía, a media tarde y por la tarde, casi al final del día. Resulta interesante que, en esos tiempos, el patrono estaba obligado, según la costumbre de la época, a pagar un salario de un denario al día, es decir, desde que amanecía, hasta que, aparecían las primeras estrellas y, como referencia de ello, se tenía el salario de un soldado legionario romano, de un denario al día.

Es bueno, fijarse en el detalle, que el capataz por mandato del dueño de la viña, comienza por pagarle a los que fueron contratados por último, los cuales recibieron un denario, y por último, se les paga a los primeros que han sido contratados, los cuales esperaban una mayor paga, no obstante, no resultó así, es por eso, que se quejan contra el dueño de la viña, diciendo:

«‘Estos últimos han trabajado sólo un rato y les has pagado igual que a nosotros, que hemos soportado el peso del día y el calor’. Pero Él respondió a uno de ellos: amigo no te hago ninguna injusticia. ¿No quedamos en un denario? Toma lo tuyo y vete. Si Yo quiero dar a este último lo mismo que a ti. ¿no puedo hacer lo que quiera con lo mío?…¿O es que tienes envidia porque Yo soy bueno? Así los últimos serán los primeros y los primeros serán los últimos'».

Todo es interesante: lo de la justicia, lo de la bondad de nuestro Padre celestial, lo de los últimos serán los primeros. No obstante, es bueno poner mucha atención a la temática de la envidia, porque dicha temática recorre toda la Santa Biblia. Recordemos que, por envidia Caín asesinó a su hermano Abel; por envidia, los hermanos de José, hijo predilecto del Patriarca Jacob, vendieron como esclavo a su hermano José; por envidia los religiosos de su tiempo, entregaron a los romanos a nuestro Señor Jesucristo, para que fuera crucificado. A ese respecto, el Evangelista Marcos nos narra lo siguiente:

«En la fiesta de la Pascua, Pilato concedía la libertad a un preso, el que le pidieran. Había entonces un preso llamado Barrabás que, junto con otros sediciosos, había cometido un asesinato en un motín. Cuando llegó la gente y se pusieron a pedir a Pilato que hiciera como tenía por costumbre, Pilato les contestó:
— ‘¿Quieren que les ponga en libertad al rey de los judíos?’
Pues se daba cuenta de que los jefes de los sacerdotes se lo habían entregado por envidia.» (San Marcos 15: 6-10).

Así pues, si la envidia como un defecto deleznable en el ser humano, lamentablemente, está presente en las naciones, también. Es quizás por eso que nuestro ilustre escritor Alfonso Guillén Zelaya, en su memorable ensayo: Lo Esencial; nos dijo lo siguiente: «Nadie envidie a nadie, que ninguno podrá regalarle el don ajeno ni restarle el propio. La envidia es una carcoma de las maderas podridas, nunca de los árboles lozanos. Ensanche y eleve cada uno lo suyo; defiéndase y escúdese contra toda mala tentación, que, si en la palabra religiosa Dios nos da el pan nuestro de cada día, en la satisfacción del esfuerzo legítimo nos brinda la actividad y el sosiego».

No existe envidia buena, toda envidia es maligna, lo que se debe tener es admiración por los dones o talentos que Dios le ha dado a cada persona, y estar dispuesto a colaborar con ella para el desarrollo de dichos dones y talentos. Solo de esa manera vamos avanzar individual y colectivamente como nación. A los envidiosos los encontramos en todos los campos del quehacer humano. No obstante, lo que más nos hace daño como nación, es la envidia entre los políticos, ya que su decisión afecta a todo un Estado. Si ellos se despojaran de su mezquindad y envidia, podrían cooperar entre ellos para que avancemos en el desarrollo socioeconómico. Ese digno ejemplo, podría ser emulado por el resto de nuestra nación.

Por todo lo anteriormente expresado, es de esperar que en la medida en que vayamos superando como nación el defecto de la envidia; seremos más solidarios y cooperantes entre nosotros.

San Pedro, Sula, 20 de septiembre de 2020.


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