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sábado, abril 20, 2024

Cómo operaba el capo narco de Guatemala que era «visto sin ser visto»

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GUTEMALA. La aparición de dos helicópteros artillados, la mañana del sábado 30 de abril, en la normalmente apacible ciudad colonial de Antigua Guatemala, a 45 kilómetros al suroeste de la capital, causó revuelo y consternación entre los vecinos de los lujosos condominios ubicados en la entrada a la ciudad.

Su temor aumentó cuando agentes de la Policía Nacional Civil les pidieron que no salieran a las calles por si se producía una balacera.

El Teniente Fantasma fue detenido en el Condominio Doña Beatriz, de Antigua Guatemala.

Al final, pese al enorme despliegue de fuerza que se empleó –dos helicópteros, 60 agentes, entre ellos varios de la Agencia Antidroga de Estados Unidos (DEA, por sus siglas en inglés), y unidades caninas-, no hubo disparos. De hecho, oficiales que participaron en el operativo que condujo a la captura de Marlon Monroy Meoño, alias M3 o Teniente Fantasma, considerado por las autoridades guatemaltecas como el narcotraficante más influyente del país, aseguran que no opuso resistencia al momento de ser capturado en un hotel colonial donde había alquilado todas las habitaciones.

En otro inmueble fue detenido el supuesto jefe de seguridad de la banda. En total, las autoridades aprehendieron a ocho personas además de Monroy Meoño. Junto a un arsenal de armas, que incluía más de una veintena de pistolas, las autoridades incautaron una colección de relojes de lujo.

El 6 de mayo, en un allanamiento en el condado de San Diego –camino a El Salvador– a otro de los refugios de la banda del Teniente Fantasma se hallaron 21 fusiles, cuatro lanzagranadas, siete pistolas, nueve chalecos antibalas y, para sorpresa de las autoridades, camisetas y chalecos de la las fuerzas policiales guatemaltecas y de la DEA estadounidense que utilizaban para confundir durante sus operaciones de tráfico de droga y asesinatos.

En una de las fotografías oficiales de su detención, Monroy Meoño mira directamente a cámara con el ceño fruncido pero con aire tranquilo, como si su captura fuera un acontecimiento anunciado y le causara poca sorpresa. Monroy Meoño aparece en medio de dos policías que llevan el rostro cubierto con pasamontañas.

Uno de ellos le levanta la camiseta para exhibir el tatuaje de una calavera con dientes largos (del tamaño de una manzana) en el pectoral izquierdo. El dibujo corresponde al Punisher (Vengador), un personaje de Marvel que asesina a los asesinos intelectuales y materiales de su familia y a quien Monroy Meoño convirtió en su logo personal.

El diseño de la calavera fue hallado en las armas de fuego que utilizaba la organización, en las gorras que usaba, y hasta en una pegatina adherida a uno de sus vehículos.

En otra fotografía aparece sentado en el suelo con las manos detrás de la espalda, flanquedo por policías fuertemente armados. Ataviado con pantalón y camiseta negros y zapatos deportivos con franjas amarillas fluorescentes, Monroy Meoño, de 42 años, nuevamente luce relajado.

Las armas incautadas en el allanamiento de San Diego (@MPguatemala)
Las armas incautadas en el allanamiento de San Diego (@MPguatemala)

Su cabello casi rapado es característico de un soldado y trae a la mente su hoja de vida militar. Nacido en 1973 en el municipio de Morales, Izabal, ubicado en el noreste de Guatemala, Monroy Meoño estudió en la academia militar Adolfo V. Hall del departamento de Zacapa y posteriormente en el Centro de Estudios Militares. Tras alcanzar el grado de teniente, se retiró en 2004 como parte de una baja voluntaria impulsada por la administración de Óscar Berger (2004-2008).

«Fue un militar muy activo, operativo, lo cual le generó liderazgo dentro de las fuerzas castrenses, ya que empezó a formar grupos de crimen organizado bajo doctrinas militares», afirma el viceministro antinarcótico, Óscar Dávila Mejicanos. «Le fue heredando su idiosincrasia de formación castrense a los miembros de su estructura».

Dávila compara esta estrategia con la empleada por el temido cartel mexicano de Los Zetas, el cual reclutó a integrantes de la brigada de élite de las fuerzas armadas guatemaltecas –conocida como kaibiles–, a cambio de una remuneración mucho más generosa. La diferencia, afirma Dávila, es que Monroy Meoño «no pretendía integrar su organización con más militares sino que los formaba como tales».

Como todo narco que se precie de serlo, el Teniente Fantasma tiene un corrido predilecto que lo atrae por los paralelismos con su propia trayectoria castrense: una canción de la banda Colmillo Norteño que narra la historia de una militar que se convirtió en jefe de seguridad de Joaquín Guzmán Loera, «El Chapo» Guzmán, máximo dirigente del Cártel de Sinaloa.

Otra anécdota en la que se entrelaza la realidad y la ficción es la que cuenta que, según fuentes policiales, en una ocasión Monroy Meoño contrató al actor colombiano Robinson Díaz, quien representaba el papel de Cabo en la serie El Cártel de los Sapos.

Su captura, el 30 de abril, lo llevaría de regreso a una base militar: la Mariscal Zavala, en la ciudad capital. Allí comparte con otro reo una pequeña celda con dos catres y una mesa de plástico, mientras transcurre el plazo que la ley le otorga a las autoridades estadounidenses para producir la evidencia que justifica su extradición.

En la misma base también se encuentra recluido el ex presidente Otto Pérez Molina, un general retirado que se vio obligado a dejar el cargo en septiembre de 2015 tras verse envuelto en uno de los mayores escándalos de corrupción que conoció el país: la enorme red de defraudación aduanera conocida como La Línea.

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Fuentes policiales vinculan al Teniente Fantasma –quien en entrevista con la periodista Sofía Menchú de la revista Contrapoder, dijo que el apodo aludía al hecho de que era «visto sin ser visto» mientras que M3 alude a sus tres iniciales– con el narcotraficante Jorge Mario Paredes Córdova, alias El Gordo Paredes, capturado en Honduras en mayo de 2008 y trasladado a los Estados Unidos, donde se le acusa de transportar droga de Colombia a México.

Posteriormente, en 2004, se lo vinculó a Juan José «Juancho» León Ardón, quien lideraba una estructura conocida como Los Leones que operaba a lo largo de la frontera oriental de Guatemala que limita con El Salvador y Honduras.

En 2004, cuando supuestamente se produce su primer contacto con la organización delictiva de «Juancho» León, Monroy Meoño estaba designado en el destacamento militar de Los Amates, Izabal.

Inicialmente involucrados en el robo de vehículos y ganado, Los Leones llegaron a vincularse con el Cártel del Golfo, de México, traficando cocaína y también dedicándose a la práctica conocida como «tumbes» de droga: el robo de cargamentos de droga pertenecientes a otras estructuras, en este caso a las familias Lorenzana y Mendoza, cuando pasaban por el departamento oriental de Zacapa.

Monroy Meoño niega su involucramiento en el trasiego de droga para la estructura liderada por Juancho León y asegura que él se limitaba a entrenar a sus integrantes en técnicas de seguridad. Fuentes policiales, por otra parte, aseguran que su función era custodiar los cargamentos de droga de la organización, lo cual le permitió conocer bien las rutas y le ayudó a desarrollar su propia organización. «Monroy Meoño es una persona bastante inteligente; muy estratega. Tiene mucha fuerza de carácter y por su formación militar es bastante prepotente», asegura Dávila. Aunque fue descrito como «sanguinario», a los investigadores que le siguieron la pista durante meses les cuesta citar ejemplos concretos que ilustren su tendencia a la crueldad extrema.

A inicios de 2015, un incremento en la cantidad de cocaína que ingresaba al país por los municipios de Champerico y Monterrico, ubicados en la costa del Pacífico, fue la pista que puso a los agentes de la DEA tras las huellas del Teniente Fantasma.

Los cargamentos de cocaína, que provenían de Colombia y salían por puertos colombianos y ecuatorianos, arribaban a la costa del Pacífico en Guatemala, donde eran interceptados por una flota de pequeñas lanchas financiada por Monroy Meoño. La estrategia consistía en fraccionar el cargamento y dividirlo entre las lanchas, de manera que si una era interceptada por las fuerzas navales, las demás todavía tendrían la oportunidad de llegar a su destino. Las autoridades estadounidenses acusan a Monroy Meoño de trasegar unos 500 kilos de cocaína semanales.

Dávila asegura que Monroy Meoño jamás hubiera podido llevar a cabo estos operativos sin la connivencia de integrantes de la Fuerza Naval que no eran de alto rango pero ocupaban puestos de importancia logística. El Ministerio Público (MP) actualmente investiga el presunto involucramiento de al menos dos militares activos en la estructura del Teniente Fantasma.

Entre los antecesores de Monroy Meoño se encuentra Mauro Salomón Ramírez, alias Lobo de Mar, quien también recibía cargamentos de cocaína en la costa del Pacífico guatemalteco, y los trasladaba al departamento norteño de San Marcos, que colinda con México, donde supuestamente tenía vínculos con el Cártel de Sinaloa. Pero la estructura del Teniente Fantasma, asegura Dávila, era más grande, compleja y sofisticada que la de Lobo de Mar, quien fue capturado en octubre de 2010 y extraditado a los Estados Unidos en diciembre de 2015 para enfrentar cargos por narcotráfico.

Las armas que se le incautaron a Monroy Meoño y su grupo en Antigua.
Las armas que se le incautaron a Monroy Meoño y su grupo en Antigua.

Otra diferencia importante es que a Monroy Meoño le gustaba mantener un perfil bajo y no entablaba una relación con las comunidades locales, mientras que Salomón Ramírez se convirtió en un benefactor local que se ganó adeptos remozando escuelas y creando fuentes de empleo en una bananera y una pollera municipal.

«La actividad que había desarrollado no le exigía tener un contacto directo con una población específica. El poder coercitivo que tenía le permitía comprar favores de algunas autoridades cuando él los necesitaba pero la tarea que se le identificó mayormente es el trasiego de droga por la vía marítima y para eso tenía lancheros en el área», explica Dávila.

El mapa del narcotráfico se reconfigura

En diciembre de 2015, la Subdirección Antinarcóticos de la Policía Nacional Civil detuvo a Cynthia Jeannette Cardona Sandoval en la zona 10 de la capital, junto con sus guardaspaldas y otras dos mujeres. Transportaban 997 mil dólares en efectivo.

De tez clara y con el cabello teñido de rubio y peinado en una trenza, Cardona Sandoval, según fuentes policiales, era el brazo derecho del Teniente Fantasma, y su captura les proporcionó a los investigadores un hilo conductor con el cual siguieron pistas hasta dar con el paradero de Monroy Meoño.

Dávila asegura que la investigación «iba avanzada» y que las autoridades guatemaltecas ya contaban con bastante información acerca del Teniente Fantasma cuando la DEA comenzó a intervenir, de manera que, con o sin la participación de la DEA, hubiera sido capturado este año, aunque admite que si ocurrió justamente ahora fue debido a la participación de la DEA en el operativo.

A casi tres meses de su captura, siguen arribando a las costas de Monterrico lanchitas abandonadas con pequeños cargamentos de cocaína, los restos de un cargamento mayor que quedó a la deriva en alta mar. A menor escala que la organización del Teniente Fantasma, afirma Dávila, hay pequeños cárteles que siguen operando en la costa del Pacífico.

Así como Monroy Meoño siguió los pasos del Gordo Paredes y Juancho León, y llegó a ocupar el lugar del Lobo de Mar con una organización más grande y sofisticada, se especula que Ronny Álvarez, alias Kommander, el segundo al mando en la estructura, podría llegar a ocupar el lugar del Teniente Fantasma.

«Como queda un vacío, va a haber reacomodamientos y una disputa de territorio», vaticina Edgar Gutiérrez, director del Instituto de Problemas Nacionales de la Universidad de San Carlos (IPNUSAC), quien asegura que es probable que una nueva estructura tome el control de la ruta marítima de la costa del Pacífico después de un período de fragmentación y dispersión de los cárteles locales que suele durar unos cinco años.

Fuente: Infobae

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