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jueves, abril 18, 2024

La historia de la «narcosatánica», la presa más famosa de México

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REDACCIÓN.-Sara Aldrete, apodada la Narcosatánica, las dudas que aún existen sobre su culpabilidad han inspirado la curiosidad de la prensa, guiones de cine y una de las más grandes dudas dentro del sistema penitenciario.

Detrás de las miles de presas que purgan condena en las cárceles mexicanas hay una historia muy peculiar.

En 1989 fue sentenciada a más de 600 años de prisión, acusada de ser parte de una banda delincuencial llamada por la prensa de aquél tiempo «los narco satánicos», quienes presuntamente mataban a sus víctimas para cortarlas en pedazos y usar su sangre y algunas partes en rituales afroamericanos.

La historia se centra en Adolfo de Jesús Constanzo, «El Padrino», nacido en Miami (Florida), de ascendencia cubana. Sara y él se conocieron en Matamoros, Tamulipas (Norte) desde donde Constanzo operaba para el envío de droga a Estados Unidos.

Sara siempre se ha referido a él como amigo, pero ha negado que entre los dos existiera una relación sentimental, a pesar de que los medios de comunicación siempre la llamaron «La Sacerdotisa»o «La Madrina» y la ubicaron como su pareja.

El caso salió a la luz en abril de 1989 luego de que David Serna, uno de los integrantes de la banda, fuera detenido en un operativo de rutina de la Policía Federal, quienes encontraron en su vehículo droga y un extraño caldero (una olla grande) con restos de sangre, corazones, partes de columnas vertebrales, que eran parte del cuerpo del estudiante norteamericano Mark Kilroy, reportado como desaparecido mientras realizaba un viaje a México.

Serna dio pistas sobre la ubicación de la banda que operaba en el rancho Santa Elena, en Tamaulipas, a unos kilómetros de la frontera con Estados Unidos, donde la policía encontró enterrados los cuerpos mutilados de 13 víctimas a las que les habían sacado el corazón, el cerebro y partes de la columna vertebral que utilizaban para preparar un brebaje que usaban durante sus ceremonias de santería, al que también añadían sangre, ajos y tortugas asadas, según los informes policiacos.

Constanzo hacia creer a sus seguidores que con el consumo de este brebaje podrían adquirir poderes extraordinarios, como el ser invisibles.

«El Padrino», Sara -en aquel entonces una estudiante de antropología de 28 años- y otros integrantes de la banda lograron huir.

La verdad de Sara

En entrevistas realizadas en distintas épocas, una de ellas en 1992 por la cadena estadounidense Univisión, narró el infierno que vivió tras de su detención. No solo fue conocida públicamente como integrante de un culto satánico sino que también fue víctima de abusos sexuales múltiples que la dejaron incapacitada para ser madre. En múltiples ocasiones la colgaban de las esposas «como piñata» para intentar obtener su confesión, le colocaban bolsas en la cabeza para quitarle la respiración.

Permaneció días desnuda dentro de una celda donde tampoco recibía alimento.

A pesar de ser sometida a estos castigos, siempre ha sostenido la versión de que nunca sospechó que Adolfo fuera la persona que dice la policía. Admite que era su amigo, pero que ella sólo participó en una de sus ceremonias como parte de los estudios universitarios de Antropología que realizaba a finales de los ochenta.

«En una de las sesiones de tortura, los agentes me preguntaron por el paradero de dos ex agentes federales, un tal Joaquín, y otro que no recuerdo su nombre. Me indicaron, entre golpe y golpe, que debería decir que la guardia personal de Adolfo los había recogido en el aeropuerto de Matamoros y los había llevado a la casita, donde los sacrificaron por órdenes de Adolfo», señala en otra parte de su libro.

En entrevista con Univisión señaló que las autoridades habían destruido evidencia que era valiosa para la investigación, como la choza en la que presuntamente torturaban a sus víctimas, que fue quemada por la policía cuando entró al rancho.

 

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