«Estoy acostumbrada a aguantar hambre»: Doña Cristina

Para ayudas pueden depositar a: 021620075586, en Banco Atlántida, a nombre de María Dolores Rodríguez Reyes (su hija). También llamar a 97489911 o al 95595733

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Doña Cristina
Doña Cristina, una anciana hondureña.

Reportaje exclusivo de Diario TIEMPO

SAN PEDRO SULA. Íbamos en marcha hacia el gran Lago de Yojoa, todo indicaba que el vehículo presentaba algunas fallas, por lo que tocó parquearse en una gasolinera de Santa Cruz de Yojoa.

De repente, se nos acercó una señora con una bolsa de yucas en sus manos, me le quedé observando y con una sonrisa la abuela me ofrecía el producto, pude observar cansancio y sin duda estaba quemadita del sol.

Muchas veces andamos por la vida pensando que nadie se da cuenta de lo que trabajamos, de lo que nos esforzamos, de que tenemos momentos difíciles. Pero a veces noticias como ésta nos sorprenden y nos demuestran que siempre hay gente buena que se da cuenta de todo, que se preocupa y está dispuesta a ayudar, como en esta historia; la vida cada vez cuesta más y las pensiones, honestamente, en muchos países son una misera. Muchos de nosotros, tal y como está el panorama laboral, precario y a menudo temporal, no tendremos ni jubilación y quizás nos veremos como la anciana de esta historia: vendiendo yucas en cualquier calle de Honduras.

IMPORTANTE

Para ayudas pueden depositar a: 021620075586, en Banco Atlántida, a nombre de María Dolores Rodríguez Reyes (su hija). También llamar a
97489911 o al 95595733

Doña Cristina Reyes Guzmán cumple hoy 76 años de vida, pues no tendrá almuerzo ni cena especial, ya que el dinero no alcanza para tal cosa.

Ella es de estatura baja, de figura frágil y de personalidad cargada de alegría o al menos eso parece; pues no pide limosna en la calle, sino que vende su trabajo: unas cuantas yucas.

Todos los días la anciana viaja desde su casa a puntos principales para vender su producto, para ella, la jornada inicia a las 8 de la mañana, se prepara una taza de café, lo acompaña con pan, siempre y cuando tenga dinero…sino ese día marchará con el estómago vacío.

Bajo los fuertes rayos del sol y soportando los dolores de cuerpo que le han dejado sus largos 76 años de vida, doña Cristina camina por Santa Cruz vendiendo yucas para poder comer y cubrir sus necesidades diarias.

Doña Cristina, una anciana hondureña que necesita ayuda
Doña Cristina, una anciana hondureña que necesita ayuda

“Hay veces en las que me vengo sin comer nada, no me queda otra que aguantarme y esperar que alguien me compre alguna yuquita”, dice doña Digna, sosteniendo con sus brazos y su piel arrugada aquellas cinco yucas en su extremo izquierdo.

Desde tempranas horas de la mañana la humilde hondureña se coloca su delantal, sus sandalias y demás prendas desgastadas, emprende un largo camino tocando cada uno de los corazones para llamar la atención de las personas y así poder vender su producto.

Doña Cristina sale con los ojos tristes y parece ser que su sonrisa no es real, pues quizá sea para conquistar a los futuros clientes. Sus párpados se miran caídos y camina a un paso lento, pero seguro con destino al un desvío y cerca de una glorieta encargada por la ciudadana de nombre Yenni.

Durante el día, se detiene sobre la sombra de un árbol, levanta un suspiro de cansancio y se saca una botellita de agua que compra, la destapa, se la lleva a su boca para pegarle un trago que le trae un deleite refrescante a su garganta.

Doña Cristina tiene dos hijos varones y dos mujeres, uno de ellos tiene más de 60 años y pues lucha propiamente para subsistir, su hermano de 40 años de edad, actualmente está cortando café en la localidad de La Libertad, Comayagua para llevar un dinero a casa, pues nos comentaron que hace poco sufrió un accidente y tuvieron que operarlo de una de sus piernas, los galenos le recomendaron no hacer trabajos pesados, pero el hambre puede más que que una recomendación médica.

La abuela vive con unos nietos y una de sus hijas de nombre María Dolores de 33 años, quien durante el día, lava, plancha o hace otra cosas para recibir un poco de dinero.

Esta joven mujer tiene a sus tres hijas de 12,13 y 16 años estudiando con mucho esfuerzo, hay en ocasiones que hasta llevan 100 lempiras en toda la semana, pero su anhelo de superarse ha podido más.

Una segunda hija es las más «desamorada» comenta la humilde anciana, pues viven enfrente, pero no pregunta por su estado de salud, ni tampoco se preocupa que coma, pues ella está muy tranquila con su esposa y sin precariedades.

La vivienda en la que viven es propia, pero sus bases son de tabla y su techo de zinc, cuando la lluvia cae, ellas se preocupan, puesto que las goteras están a la orden del día y se les dificulta para dormir. Pese a que han realizado solicitudes de ayuda al alcalde de su municipio, Roberto Pineda del Partido Liberal, ha hecho caso omiso a su clamor.

La anciana con voz entrecortada mencionó que teme que su casa se caiga, ya que pueden morir en cualquier momento, si no reciben una ayuda. Nos dijeron que ellas viven unos colchones, puesto que no hay ni una cama.

Doña Cristina mientras contaba parte de su vida
Doña Cristina mientras contaba parte de su vida

Desde hace unos 25 años ella trabaja en las calles, así también hacía tortillas, lavaba y planchaba ajeno; ahora su carga es mayor, puesto que hace dos años murió su esposo Elías Rodríguez a los 83 años de forma natural.

«Cuando puedo compro mi arrobita (25 libras) de yuca y cuando no, voy a que me regalen por allí, en la tarde (6 pm) vengo con dolor en la espalda, en la rabadilla y en las canillas.

Siento que ya no puedo, no se si pase estos últimos días, según paso de salud.

¿Cómo pasará esta Navidad?

Sólo pido tener algo que comer esta Navidad, los zapatos que tengo ya están malos y no vamos a estrenar, andaremos con los mismos trapitos. Pido a Dios que nos ayude, que en algún tiempo cambie mi vida porque sólo es sufrimiento.

A veces comemos y otras veces no, pero lo importante es que los niños sí tengan que comer, aunque nosotros aguantemos hambre.

Cuando llega a su casa…

Vengo a la casa muy cansada, ando todo el día sin comer y a veces lo que sí compro es una naranja y mi botellita de agua, pues ya me acostumbre a aguantar hambre.

Para este lunes estoy preocupada porque no tengo mucha yuca que vender y a veces me toca que ir a otro lugar caminando, pero queda muy lejos.

Existe fe, alegría, amor al prójimo y esa gran riqueza humana en doña Cristina; sin duda esto impactará solo corazones que estén dispuestos a recibir las lecciones de vida de esta anciana sin rencores.

«Probablemente nunca más sepa de doña Cristina, es posible que nunca la vuelva a ver, pero ella me ha dado una de las pequeñas aventuras más increíbles permitiéndome viajar al pasado para experimentar las historias de su vida.

«Esta humilde soñadora se despidió dándome bendiciones y agradecimiento, sin saber que era yo el agradecido por haber dejado escuchar su triste pero admirable historia.