Cine hondureño: Entre la independencia temática y la agenda de gobierno

El cine hondureño se encuentra en una encrucijada, a punto de dar el salto o estancarse.

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Cine hondureño
Los proyectos de cine en Honduras han planteado dos vías posibles en cuanto a los temas que tratan.

Honduras. Sí, ya hacemos más cine hondureño y hay avances en el mismo, especialmente en los aspectos técnicos. Sin embargo, una mirada crítica al momento que vive el séptimo arte nacional es necesaria y vital para tal vez reconsiderar su rumbo.

Recuerdo que con mi novia de entonces fuimos a ver una película titulada «11 cipotes» (Tomás Chi, 2014). Edgar Flores (el chele de la cuarta urna) aparecía en ella. Cabe destacar que este actor ya tenía sobre hombros una actuación bastante rescatable en la película «Sin Nombre» (Cary Fukunaga, 2009).

Los patrocinadores deben ser más éticos con el cine nacional

En 11 cipotes, tristemente, Flores, el chele, no lo logró. De hecho la película entera no lo logró. Su principal problema: la mano negra de sus patrocinadores que le restaron cohesión a la historia. Gran parte de la película son escenas de hasta cinco minutos por los pasillos de tiendas y empresas que les sirvieron de patrocinadores.

En las grandes producciones de Hollywood también hay patrocinadores. Sin embargo, será muy difícil que la trama se subyugue a los anunciantes. Por lo mucho el protagonista calzará los últimos tenis Nike en un encuadre de un par de segundos. A lo mejor conducirá una Ford Explorer en una persecución por un campo de sembradíos.

Los patrocinadores deben ser más éticos con el cine hondureño. Deben continuar apoyándolo, pero no a cambio de subyugar la trama, para eso tienen sus propias campañas publicitarias.

Pero lo anterior es culpa también de los directores, no pueden abrirle esos huecos a la historia para rellenarlos con publicidad. ¿No era más fácil colocar un bolso con la marca Diunsa en uno de los partidos de los 11 cipotes?

Pareciera que están confundiendo los imaginarios colectivos (todos esos espacios reales que algunos directores rescatan a través de una visión particular) con la simple, dura y burda publicidad. Esto último es faltarle el respeto a los hondureños.

¿En una época de militares quiere usted ver militares en el cine?

Trabajé en una universidad privada que estaba ubicada en la tercera avenida de San Pedro Sula. En mi clase de español se me pidió apoyar «Fuerzas de honor» (Tomás Chi, 2016). Cuando comencé a verla recordé a la película «Unos pocos con valor» (Douglas Martin, 2010).

Es válido preguntarse si en plena implementación de políticas de estado que tienen que ver con la militarización de la sociedad, uno quiere ir al cine a ver más militares. Considerando que hace dos años se les sacaba a las calles y ahora los tenemos hasta en la sopa.

Sí, dirán muchos ¿Por qué no? dirán otros. El punto no es si hay o no que colocar militares en la pantalla grande, el asunto es cómo son representados. Las fuerzas armadas no han vivido sus mejores momentos en la última década, es perfectamente normal que muchos vean detrás de estas producciones un intento de limpiarle la cara a las fuerzas del orden.

En «Unos pocos con valor»», a la policía nacional (todo antes de que estallaran los escándalos por corrupción y quisieran depurarla).

Del mismo modo, en «Fuerzas de honor», estábamos en la época donde se le dijo no al rango constitucional de la Policía Militar (antes de que se hablara de la reelección). Estos dos ejemplos pueden ser tomados como paranoicos o no, pero el gobierno ha aumentado su apoyo a los cineastas nacionales.

¿Películas Marca País?

Por otro lado están las producciones que pese a sus historias a veces tontas, a las risas, a la diversión que puedan o no tener, parecen decididas a promocionar las virtudes y únicamente las virtudes de nuestro país.

La construcción de un cine auténtico, nacional, artístico, de peso, no se hará desde una visión parcializada. Aunque la sociedad esté polarizada por culpa de los políticos, la hondureñidad está siempre intacta esperando a ser representada.

Por ejemplo, en «¿Quién paga la cuenta?» (Benjamin Lopez, 2013) se logra por medio de la fórmula humorística, representar en gran medida lo auténtico hondureño. Fue una película llena de nuestro lenguaje florido, con temáticas como las deudas por tarjeta de crédito y las chicas prepago. Caso distinto es lo que ocurre con producciones como «Un loco verano catracho», cuya clave humorística no soporta el telón de fondo, promocionar el país.

Quién paga la cuenta
¿Quién paga la cuenta? Una producción del país que logró gran éxito por su temática.

Cine hondureño debe buscar nuevos rumbos

Ya nos demostraron que pueden hacer películas de militares, ya nos demostraron que Honduras es bella. Los directores ahora deben mostrarnos historias más auténticas y para lograrlo a lo mejor deben aliarse con los escritores.

La literatura hondureña es de las pocas expresiones artísticas donde se accede a lo auténtico hondureño. Sin embargo, aquí también hay que analizar qué obras adaptar y cuáles no. ¿Por qué no adaptar «Prisión Verde» de Ramón Amaya Amador en lugar de la novela «Cipotes»?

Son estas situaciones las que me hacen pensar que el cine hondureño está en la agenda gubernamental. Solo el tiempo dirá si esto le hace bien o mal.

Por los momentos pienso que el apoyo les hace bien, ningún gobierno o régimen dura tanto. En el camino están aprendiendo a hacer películas. Tal vez, en la actualidad nuestros directores estén jugando con el rompecabezas de donde saldrá la gran película hondureña.